Out, de Natsuo Kirino

Siguiendo el vaivén de las modas editoriales, desde hace unos cuantos años nuestras librerías se han visto invadidas por la literatura policíaca de aires nórdicos. De repente, Suecia parecía ser el paraíso exclusivo del género negro. Sin embargo, y partir de aquellos precursores míticos que crearon a los primeros detectives y de las gloriosas películas que se rodaron en época de entreguerras, el fenómeno se extendió por todo el planeta hasta convertirse en un clásico convenientemente adaptado a las más diversas idiosincrasias. De Japón, por ejemplo, al recibir en abundancia otros productos, podemos pensar que su narrativa tiene una amplitud reducida, pero es que, excepto en el caso anglosajón, lo que se filtra de un país a otro suele ser bastante escaso. No soy una experta en el asunto, pero aquí tenemos a esta gran dama del crimen, a la que descubrí hace ya unos años, con una extensa obra que podemos leer con cuentagotas según se va traduciendo.
Natsuo Kirino me cautiva una y otra vez. He leído otras obras suyas quizá más inquietantes si cabe, pero ninguna ha podido superar hasta ahora la impecable estructura, el finísimo diseño de personajes, la constante sorpresa y, sobre todo, la terrible sensación de realidad que sentí al sumergirme en Out 
Sabemos que la novela negra siempre ha sido cruel y despiadada, pero lo suele ser de un modo colectivo, presentando una sociedad abyecta: injusta, violenta, egoísta. Incluso cuando la crueldad se produce a título individual lo hace de una forma fría, sin excesiva implicación emocional: alguien encuentra un cadáver o asistimos a un asesinato más o menos súbito. Esta autora, en cambio, se ensaña con los individuos de una forma que da escalofríos, y lo hace sin que podamos reprocharle inexactitud alguna y, por supuesto, sin perder de vista las calamidades que asolan al tejido social de un país.
En Out descubrimos, en toda su crudeza y sin paliativos, la explotación laboral femenina así como el segundo plano al que se relega a la mujer en el ámbito doméstico, igualmente asistimos a la actitud resignada del que sabe de sobra que no puede hacer nada por cambiarlo. Se nos presenta, pues, de manera palpable tanto la violencia cotidiana como la violencia de las costumbres.
Y, a partir de cierto momento, se produce el estallido vital, la explosión de rebeldía, la enorme roca se echa a rodar llevándose por delante todo lo que encuentra. Nada de lo que ocurre resulta ya previsible. Todo lo que leemos nos sobrecoge y es imposible tomar partido por nadie, pues los roles de víctima y criminal se confunden dando lugar a un confuso conglomerado ético en un escenario colmado de sangre, angustia y terror. El ritmo de la acción se acelera volviéndose, a medida que avanza, más y más espeluznante. Se multiplican las escenas insólitas, y sin embargo, nada de lo que se nos cuenta llega a resultar inverosímil.   
No obstante, el tono no pierde su elegancia, nunca se vuelve bronco, conserva hasta el último momento esa sutileza oriental cuyo origen nos cuesta identificar pero que percibimos sin lugar a dudas en cada una de las palabras de Kirino.  Quizá parte de la magia se encuentre en esa contención de los gestos que se observa en los personajes sin que pierdan un ápice de hondura psicológica, o puede que el secreto esté en la puesta en escena, o en el gusto por el detalle, o en la composición de las enunciados.
 
Todo ello a pesar de que gran parte de esa esencia ha de desaparecer inevitablemente al pasar del japonés al castellano. Me pregunto cómo sería la experiencia de leer esta novela exactamente tal y como fue escrita.
 
PRIMERA EDICIÓN:  1997 (EN CASTELLANO: 2008) - EDITORIAL EMECÉ - TRADUCCIÓN: ALBERT NOLLA CABELLOS - PÁGINAS: 560

Comentarios

  1. Molina, te autorizo a llamarme paleto: acabo de descubrir que Natsuo Kirino es una mujer. Antes del verano, me fui a la biblioteca a coger libros para las vacaciones, y le eché la nariz a "Out": el olfato no me engañó, porque es estupenda, las casi 600 páginas que tiene te las devoras sin darte cuenta y pidiendo más. Y lo que tú dices: refinamiento y sutileza hasta para la atrocidad. Ahora entiendo por qué el autor hilaba tan fino en los retratos de las mentes y las onductas femeninas: ¡Como que era una autora! ¡Así, cualquiera!

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    1. Pues no me extraña nada porque hay pocas mujeres que escriban novela negra y porque no estamos familiarizados con los nombres propios japoneses. A mí recomendaron a Kirino poco después de publicarse por primera vez en España, y me hablaron de ella expresamente así que iba prevenida.

      Luego, las dos veces que se me ha ocurrido indagar, resulta que se había traducido otra hacía poco. La siguiente fue Grotesco, narrativamente inferior en mi opinión pero no está mal y muy apropiada para analizar mentalidades. Psicológicamente es interesante y tan aberrante el pensamiento que refleja para provenir de una mujer (en cierto modo de dos, la narradora y la escritora que, da la impresión, piensan igual) que también me enganchó muchísimo.
      El último que han traducido es Crónica de una diosa. En este caso no es novela negra sino una especie de experimento mitológico. He leído buenas críticas pero, la verdad, me da un poco de miedo. O bastante,.

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  2. Conocí a la autora por este libro precisamente, y es cierto que a pesar de ese estallido, mantiene la sutileza oriental. A mi consiguió sorprenderme, cosa que muy pocos autores nórdicos han conseguido (está sobrevalorada para mi gusto esta nueva moda de novela nórdica).

    (jajjaja, me río del comentario de guachimán y su sorpresa de saber que Natsuo es mujer)

    Besos

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    1. Hola Ana. Te recomiendo Grotesco, echa un ojo a lo que digo ahí arriba. Apostaría un pirulí a que te gusta, y tengo bastante ojo, aunque en este caso parezca casi imposible acertar.

      Y... ya sabes que los sabios suelen ser distraídos. O eso dice el tópico, que en este caso le cuadra perfectamente al guachimán.

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