El insoportable esnobismo de los haikus


Hace más o menos un siglo, comenzó esta curiosa moda que cuenta con cultivadores ilustres. Por ejemplo, algunos miembros de las generaciones de 1898 y 1927. Claro que, ¿se ha comprobado si se trata de verdaderos haikus? También Octavio Paz. Pero, oiga, es que Octavio Paz sabía japonés. Pero esto no se tiene en cuenta, se considera un detalle irrelevante. No lo es. A quien quiera componer haikus decentes debería pedírsele que, al menos, se defienda leyendo ese idioma y, por tanto, posea información de primera mano sobre la estructura, longitud, fonética, ritmo, estrofas, sintaxis, métrica, pautas culturales, temas y tópicos de estos productos poéticos. La mera noción de que se trata de una composición métrica muy corta de carácter lírico que transmite una idea sencilla no creo que baste. Me gustaría saber lo que opina un japonés, si hay alguno por ahí, por favor que se manifieste. En cualquier caso, sé muy bien la cara que pondría yo si me contaran que en Japón se han popularizado los romances, escritos en japonés y elaborados por cualquiera, sin necesidad de conocer nuestro idioma, historia, cultura, ni ningún otro de los elementos que contribuyeron a su creación.

Mejor todavía ¿conocen a muchos españoles –pongamos más de diez entre sus conocidos no filólogos– que puedan explicar con claridad qué es un romance? Y, si esto, que constituye nuestro patrimonio cultural más arraigado, apenas se conoce, es más, no importa lo más mínimo a nadie, ¿quién va a ser capaz de elaborar haikus auténticos y de una mínima calidad en un idioma completamente distinto de aquel que los originó y que, para colmo, ignora por completo el pretendido artista? Pues, visto lo visto, parece que cualquiera que cuente con un trozo de papel y algo que pinte. ¿Seguro?

Concretando, ¿qué es lo que el público ignora de los haikus? Todo:
-tradición,  
-mentalidad,
-el vocabulario que debe emplearse,
-los temas habituales o tópicos,
-sus pautas de elaboración,
-los límites respecto a cualquiera de los aspectos mencionados,
-e incluso lo más elemental: EL IDIOMA JAPONÉS.

Puede que alguno de sus cultivadores, se haya molestado en aprender la teoría pero no es lo habitual. Y aún así, estaremos de acuerdo en que un haiku español (¿de verdad no les chirrían ambos términos cada vez que los escuchan juntos?) será todo lo agradable e ingenioso que quieran, pero:
-en primer lugar, no es un haiku,
-lo más probable es que ni siquiera sea poético. Y, en caso de que lo sea, estará –voluntariamente o no, pero con toda seguridad–  inspirado en la tradición española, tanto es su ritmo y sonoridad, como por vocabulario, medida de los versos, temas, connotaciones significativas, rasgos de la época y demás. Todo lo que he leído, de lo medianamente decente a lo decididamente genial, se atiene fielmente a los cánones de la métrica castellana y trata asuntos que le afectan.

Pero es que, además, aquí tenemos también esa clase de composiciones, ancladas en nuestra tradición, precisamente. Remontándonos a los orígenes del idioma, encontraríamos jarchas, cantigas de amigo, múltiples ejemplos de la lírica medieval, incluso el zéjel árabe que convivió algún tiempo con ella, el simple pareado, los refranes, ciertos productos de la mística o la poesía bucólica por aquello de la coincidencia de temas y, buscando modelos más actuales, nos topamos con una innovación de principios del XX, las greguerías de Gómez de la Serna. Cualquiera de ellos, convenientemente pasado por el tamiz poético, revitalizado y trasladado a los esquemas culturales de hoy, de seguro, tendría validez. Esto sí sabemos cómo debería hacerse porque conocemos los materiales de nuestro idioma. Por ejemplo, debería utilizarse el verso blanco, pues la rima ha desaparecido de la poesía contemporánea, atender a temas eternos adaptados a la mentalidad de nuestra época, utilizar, quizá, el verso de arte menor, es decir de longitud inferior al octosílabo. Sí, por poco que se sepa de poesía, en castellano nos sentimos como pez en el agua. De esto entendemos, de japonés no tanto.

Quien quiera discutir si existe algo vanguardista, innovador, radicalmente rompedor incluso, que tenga el mínimo valor artístico sin haber asumido los modelos aunque sea subliminalmente, que me muestre ejemplos y hablamos.

Comentarios

  1. Uf...me ha resultado tan interesante, y sobre odo, tan lúcido que no puedo más que aplaudir este post.

    Los modismos son buenos por un rato, y yo me he atrevido a hacer haikús, como arrobamiento ante una escena de la naturaleza, y te digo el por qué.
    Su métrica es simple. Bien es cierto que los sonetos también y en estructuras simples, de acotado espacio, uno no se pierde.

    Tan claro y tan meridiano es tu post, que lo compartiré, con tu permiso. Gracias. Un cordial saludo

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    1. Pues muchas gracias, Albada, por tus elogios y por compartir este post. Un día necesité expresar mis ideas, porque es la mejor forma de aclararlas, y visto que llevaba mucho tiempo intentando meter baza en conversaciones sobre el asunto sin que me dejasen llegar a la segunda frase, decidí escribir sobre ello. No sé por qué molesta tanto que se pongan los puntos sobre las íes.
      Por si alguien pasa ahora por aquí y le pilla de nuevas, lo voy a explicar con un ejemplo. Preguntad a un grupo de personas si están dispuestas a hacer un retrato de alguien conocido, su actor favorito, un cantante etc. Te dirán que no saben pintar. En cambio, a retratar un marciano estarán todos dispuestos. Hasta un niño de cinco años hará el retrato en cinco minutos. ¿Por qué? Porque nadie ha visto a un marciano pero a George Clooney lo conoce todo el mundo. Pues eso mismo pasa con los haikus.

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  2. yo escribo haikús, con métrica 5-7-5, en castellano, no tengo ni idea de japonés, la temática es libre (por supuesto), pero a quienes los leen les suelen gustar. Una crítica tuya me parecería muy valiosa, si te quieres pasar, es http://alejandrovargassanchez.blogspot.com Saludos

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  3. Como digo más arriba, los haikus en castellano no existen, lo que haces será otra cosa. Y, si estoy en contra, nadie peor que yo para juzgar lo que haces.
    Te deseo dos cosas: 1) que leas mucha poesía en el castellano de todas las épocas y 2) mucha suerte.

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