El libro tachado, de Patricio Pron




Cualquier perspectiva es válida a la hora de bucear por la historia literaria, todo enfoque, convenientemente proyectado, contribuye en mayor o menor medida a aportar nueva luz a lo ya conocido. La particularidad de este ensayo es que se basa en el negativo fotográfico, en el vacío, en lo inexistente de escritura, autores y obras.

Pron parte de la base de que cualquier elemento susceptible de ser examinado no solo se define por lo que es, también, y quizá con mayor fundamento, por lo que no es. O por lo que fue y dejó de ser. O por lo que pudo haber sido. O por lo contrario de lo que fue realmente.

Comprenderemos mejor esta paradoja si tenemos en cuenta que la literatura es en sí misma un material tan inasible, tan en constante devenir, con una génesis tan envuelta en misterio que cabe preguntarse si realmente procede de autores concretos, con nombre y apellidos tal como parece a primera vista, o se forma por generación espontánea a partir de un conglomerado de circunstancias lingüísticas, sociales e históricas. Durante siglos, antes de que los mecanismos culturales pusiesen en funcionamiento ese constructo legal denominado autoría, pudimos prescindir de ellos. Observando el panorama más o menos reciente, plagado de negros literarios, procedimientos –como los del surrealismo, los del grupo OuLiPo, los cadáveres exquisitos o las máquinas textuales– cuyo principal recurso es el azar, heterónimos, intertextualidades y plagios favorecidos por las modernas tecnologías, o bien autorías conjuntas dirigidas a la fabricación de best sellers, se diría que hemos vuelto a los orígenes. Se ha recuperado la molesta sensación de que todo está dicho, de que ahora sí que no hay nada nuevo bajo el sol y, por tanto, perseguir una quimérica originalidad no es más que una pérdida de tiempo.

El libro tachado está concebido como un catálogo de heterodoxia. En los ocho primeros capítulos se recogen todos los avatares concebibles –a cargo del azar, la violencia, la apatía, la codicia y hasta la imaginación desbocada– que han dado lugar a la destrucción, tanto material como intelectual, de la mente creadora y sus productos. Se trata de una incursión de índole teórica –aunque plagada de ejemplos– enraizada en  historia y filosofía, algo irregular pero siempre interesante. Pron nos demuestra que escritor y libro han estado sometidos a una multitud de imponderables. Determinadas obras se han prohibido, censurado total o parcialmente, quemado, mutilado o desaparecido; los autores no han corrido mejor suerte: persecuciones y arrestos se prolongan hasta nuestros días. El disgusto se incrementa al recordar que su principal objetivo fueron las obras culminantes del pensamiento de todas las épocas.

Tras pasar revista a obras inconclusas o jamás comenzadas, autores incapacitados por bloqueo o debido a alguna alteración física o psíquica, que renunciaron a escribir ocasional o definitivamente, a colaboraciones que se truncan y a mil y una formas de finalizar una carrera, desembocamos en el capítulo titulado Crisis que, al referirse a la problemática actual, aporta vitalidad a un conjunto un poco acartonado ya a estas alturas.

Las nuevas tecnologías han revolucionado el mecanismo de edición pero también la forma de enfrentarse del autor con la página en blanco. La contrapartida de un descenso en las ventas lo constituye la creciente oportunidad de autopublicación. El secreto reside en no empecinarse en la nostalgia de un pasado que no volverá y explorar con todo detalle las posibilidades que brindan los nuevos soportes. Eso sí, soslayando en lo posible amenazas como la desaparición de la crítica profesional y la banalización de los productos más recientes.


PUBLICACIÓN: 2014 - EDITORIAL TURNER (COLECCIÓN NOEMA) - PÁGINAS: 308

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