Familia, de Ba Jin
“Se dice que no hay camino pero sí muchos caminantes, y que por eso aparece el camino. Otros dice que sí que existe el camino y que precisamente por eso hay muchos caminantes. Yo no lo sé. Aún soy joven, debo vivir y ganarme la vida. ¡Solo sé que la corriente no se detiene y que me lleva a alguna parte!”
La técnica y los mimbres argumentales de Familia
se inspiran en la novela occidental. Ba Jin fue un pionero en esto y se nota:
al mérito de haber renovado los esquemas de
la literatura china se une cierta tosquedad en su manejo, la impericia propia
de los grandes innovadores. Al lado de sus precursores europeos, su narrativa peca
de ingenuidad y sencillez, tanto en la construcción de los personajes como en el tratamiento de los asuntos. No obstante, el
desarrollo de la trama es impecable y demuestra tal sensibilidad al abordar
sentimientos o representar la naturaleza que consigue conmover al lector, despertar
en él emociones intensas.
El foco de atención se encuentra en los prejuicios que las familias chinas inculcaban
en sus componentes más jóvenes, coartando sus libertades e
impidiendo su felicidad y desarrollo. Esto se traduce en preocupaciones muy
concretas: la adquisición de cultura y, en particular, el cultivo intelectual de las mujeres, la
abolición del vendaje de sus pies, la libertad
de expresión ciudadana, la elección de pareja al margen de las convenciones familiares y otras por el estilo.
“Puedes enjaular a un hombre, pero no su alma. Aunque Juehui no salía de casa, su corazón estaba con sus compañeros, cosa que el abuelo no había previsto, Juehui estaba al día de la revuelta por que leía con avidez todo lo que decían los periódicos.”
Tanta cortapisa da lugar a una serie de
dramas que seguimos con interés, gestadas en ese mundo acomodado, -en el que imperan el confort y la
belleza decorativa, donde ritos y tradiciones son el centro de atención– pero insensible a las necesidades y deseos de sus miembros. El
protagonista se hace cargo de lo que ocurre a pesar de su juventud, va
entendiendo que si quiere escapar a un destino trágico, o al menos anodino, es imprescindible romper amarras, y si considera
injusto su destino, hace falta comprometerse para que otros hereden una sociedad más justa.
“«Rico», «de buen ver», «no muy cultivado», «lo mejor sería que te casaras pronto»... Aquellas palabras mortificaron a Qin. Ante sus ojos apareció un camino largo, muy largo, lleno de cadáveres de mujeres jóvenes. El camino venía de muy lejos en el tiempo. El suelo estaba empapado de la sangre y las lágrimas de aquellas mujeres, maniatadas y conducidas hasta allí para ser devoradas (…) ¡Cuánto sufrimiento había en aquel camino! ¿Las chicas de ahora y del futuro continuarían entregando su juventud, agotando sus lágrimas, vomitando su sangre? ¿Acaso las mujeres eran juguetes de los hombres? Se dio cuenta de que ella ya estaba en aquel camino y rompió a llorar amargamente.”
Tal como el autor explica en las dos cartas insertadas al final –al hermano
mayor y a uno de sus primos–, la novela, si bien no es un relato literal de lo
que tuvo que vivir y presenciar, tiene un fuerte componente autobiográfico. Ba
Jin utiliza sus vivencias más o menos enmascaradas para dar testimonio de las
costumbres de entonces, manifestar su desacuerdo, convertirse en portavoz de su
generación e intentar atajar de raíz el sufrimiento que acarrea mantener rígidamente
las viejas costumbres.
家 Jiā – PUBLICACIÓN:
1933 – PRIMERA EDICIÓN EN ESPAÑA: 1981 – (CLÁSICO – VARIAS EDICIONES) - PÁGINAS: 376 (aprox.)
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