Entrevista a Izaskun Gracia Quintana
ISBN; 978-84-16148-34-9
Editorial Salto de Página
– Colección Púrpura 65
Género: Relato
Páginas: 176
Encuadernación: Rústica
Formato: 14,1 x 21,5 cm.
Fecha de edición: Febrero
2016
Aquello fue un
pálpito –una de esas intuiciones que no va a fallar y te consta– al enterarme
de que Izaskun Gracia Quintana había publicado su primera obra en prosa unos
días antes, en febrero de este año. Lo que encontré en la librería, un volumen
de relatos con portada agradable y el sugerente título de Crónicas del encierro acabó de convencerme. Me lo llevé a
casa, pero antes de abrirlo consulté alguna sinopsis, entrevistas, reseñas.
A Izaskun la
conozco de vista, hemos compartido espacios virtuales, tenemos conocidos comunes, sabía de su quehacer poético y, a
pesar de los kilómetros por medio, apreciaba su esfuerzo infatigable, la constancia
en todo cuanto emprende, su pasión por la literatura y esa actitud minuciosa tan
suya que solo brilla si, como en este caso, va acompañada de talento.
Mi curiosidad aumentaba
a medida que iba leyendo cada una de las siete piezas. Al cerrar el libro se me
acumulaban las preguntas. Tenía que hablar con ella. La llamé.
-¿Quién es Izaskun
Gracia?
Pues no sé qué decirte. Soy de Bilbao,
trabajo como traductora y diseñadora gráfica de libros. Creo que tengo mucha
suerte porque hago lo que me gusta aunque gane cuatro duros. Vivo en Alemania
desde hace cinco años, y eso que vine aquí pensando que me iba a quedar sólo
uno. Soy miope y muy despistada, y cuando conozco a alguien siempre le aviso de
que no suelo llevar las gafas puestas cuando voy por la calle, para que no se
moleste si un día me saluda y paso de largo, porque lo más seguro es que no lo
haya visto (bien porque no llevo las gafas, bien porque estoy en la inopia).
-Háblanos de tu trayectoria literaria.
-Háblanos de tu trayectoria literaria.
Hasta el momento he publicado cuatro
libros de poesía (fuegos fatuos,
2003, eleak eta beleak, 2007, saco de humos, 2010 y ártica/artikoa, 2012) y el libro de
relatos Crónicas del encierro.
También he escrito reseñas y artículos de
crítica literaria, he escrito poemas para varios artistas plásticos y he
cotraducido la antología poética de Karl Lubomirski Tiempo naufragado.
-¿Cómo calificarías esta primera
incursión tuya en la ficción?
Crónicas del encierro es una
colección de relatos cuyos personajes tienen que enfrentarse a situaciones,
tanto de encierro físico como mental. Esta idea o base de los cuentos, sin
embargo, no fue algo planeado. Escribí los textos poco a poco (y a lo largo de
mucho tiempo), mientras escribía otras cosas (poemarios, textos de encargo o
reseñas), y sólo al juntarlos me di cuenta de que todos giraban en torno al
mismo tema.
-Los diferentes estilos que utilizas,
¿responden a un deseo de transgredir, innovar o algo parecido?
Nada de eso. Los textos tienen estilos
diferentes porque quería darle a cada uno de ellos la voz que le correspondía,
la manera de narrar más adecuada en cada caso. A veces, es necesario que el
personaje protagonista cuente su historia, aunque eso signifique (o
precisamente por eso mismo) que juegue con el lector mucho más de lo que lo
hace un narrador en tercera persona. El estilo es también parte del relato y
debe reflejar, en mi opinión, un aspecto o una característica del mismo que
sostenga lo que éste cuenta.
-De dónde nacen estos mundos inquietantes
que presentas, estos personajes desamparados y, no obstante, (casi siempre) terribles?
Estos cuentos son, en gran parte, una
manera de observar o de intentar comprender cómo es el ser humano, qué teme,
cómo reacciona ante la adversidad… De ahí que cada relato muestre una situación
extrema a la que cada personaje tenga que enfrentarse (pues, para bien o para
mal, generalmente nos mostramos como verdaderamente somos sólo en situaciones
difíciles) y de ahí también que algunos de los protagonistas de estos textos
sean niños. Creo que tenemos la idea equivocada de que los niños son seres
angelicales que sólo piensan en jugar, y la verdad es que pueden ser
terriblemente crueles y son capaces de cometer atrocidades como cualquier
adulto (no hay más que consultar cualquier hemeroteca para comprobarlo). Sin
embargo, también creo que lo que los lleva a cometer malas acciones o crímenes
es muy diferente de lo que mueve a los adultos, y eso me resulta muy interesante.
-Los dos primeros relatos
son interesantes, pero a partir del tercero sitúas al lector en un plano diferente, más complejo en mi opinión, con un deseo de inquietar mucho más elaborado; y la intensidad va in
crescendo hasta el broche de oro que es Diario nocturno. ¿Eres consciente de ello? ¿Supone una opción voluntaria? ¿No habría sido
mejor combinar intensidades?
Pablo (el editor de Salto
de página) y yo decidimos el orden de los relatos cuando empezamos a preparar
el libro (es decir, su orden no es cronológico) con la intención de que la
intensidad fuera in crescendo. Personalmente, no me gusta leer una
colección de relatos en la que la intensidad de los cuentos tiene altibajos,
porque suelo terminar el libro con una sensación agridulce. Me gusta más
empezar de forma tranquila y subir hasta dejar al lector al borde del abismo.
-Diseñas personalidades borrosas, pero
sus reacciones están desarrolladas con todo cuidado. Explica eso.
En estos relatos, la mayoría de los
personajes no tienen nombre (mejor dicho, lo tienen pero yo no lo revelo) y no
se dan pistas acerca del lugar donde se desarrolla la acción (salvo ciertos
datos generales: un pueblo, una ciudad…), considero que un detalle tan nimio
(si bien, en realidad, no es nimio en absoluto) como un nombre propio puede
hacer que el lector interprete el relato de una manera o de otra. Aunque
normalmente no pensamos en ello, que un personaje se llame Gudrun y viva en Hamburgo, por ejemplo, hace que el
lector entienda o que vea lo que ocurre en ese relato de una determinada manera
que no tiene nada que ver con lo que entiende cuando el personaje se llama
Sandy y vive en California o se llama Amparo y vive en Valencia, debido a las
ideas preconcebidas que, nos guste o no, todos tenemos. Mi intención era, por
tanto, centrar la atención del lector única y exclusivamente en la historia y
que ningún detalle lo alejara de la misma.
-La conexión radica en el hecho de que
todos ellos están encerrados, aunque lo estén de formas muy distintas.
Por supuesto, pero me interesan mucho más
los encierros mentales que los físicos. Un encierro físico es algo impuesto
desde fuera y no deseado. El encierro mental, sin embargo, es algo que uno se
impone a sí mismo (y que muchas veces termina por convertirse en un encierro
físico) y, por tanto, resulta mucho más peligroso y más difícil de superar,
pues en numerosas ocasiones la persona que lo sufre ni siquiera se da cuenta de
lo que está pasando. Y, si no sabe qué ocurre, tampoco puede pedir ni aceptar
ayuda, lo cual no hace sino empeorar la situación.
-¿No crees que eliges personajes,
digamos, poco corrientes?
Es que considero que la normalidad es una
trampa (quizá esto resulta más obvio en Vacaciones
o El vestido azul). Hay que vestirse
de cierta manera, llevar tal o cual peinado y vivir de acuerdo a ciertos
estándares que nos han grabado a fuego desde que no levantábamos ni un palmo
del suelo y lo peor es que, aunque parece que a nadie le gusta, la mayoría lo acepta
sin pensárselo dos veces, porque de lo contrario se te considera raro o
asocial. Hoy en día, que tenemos la capacidad de llegar a lugares y de conocer
culturas inimaginables para nuestros abuelos o incluso nuestros padres, nos
ceñimos a hacer lo que se espera de nosotros, a auto limitarnos a llevar una
existencia que ni nos hace felices ni nos completa, a cambio de seguir dentro
del grupo, de sentirnos parte de algo, aunque a nadie le importe lo más mínimo
ni nos haga ningún bien. ¿Por qué lo hacemos, entonces? Son estas cuestiones
las que me interesa plantear en mis textos, aunque sé que estoy muy lejos de
conseguir alguna respuesta y puede que nunca la consiga. Pero, si puedo lograr
que el lector se haga también estas preguntas, me doy por satisfecha.
-¿Piensas que tus peculiares personajes y
argumentos producen en ti -y quizá en
el lector- una especie de catarsis? ¿Puede el desasosiego resultar terapéutico? ¿Te consideras una persona optimista?
Yo no escribo buscando
una catarsis, pero sí creo que puede
resultar terapéutico el desasosiego que
produce en nosotros un relato o un texto más extenso. Pero no olvidemos que
estamos hablando de ficción; la inquietud que produce un texto es un
sentimiento controlado y no tiene nada que ver con una situación extrema en la
vida real.
No
soy una persona optimista. Veo las noticias, leo los periódicos y, sobre todo,
observo a la gente que me rodea e intento ser muy crítica conmigo misma... y no
veo muchas razones para ser optimista, la verdad.
-En algún sitio has dicho “el mal está en nosotros desde
que se nace”. Yo
pienso lo mismo, pero me costaría
justificarlo. ¿Te
refieres a la psicopatía? ¿Qué más podrías añadir al
respecto?
No me refiero a la
psicopatía, creo más bien que todos tenemos un lado oscuro y que somos capaces
de realizar acciones terribles, de ser verdaderos monstruos, en el caso de que
se den las circunstancias adecuadas. Nos gusta (o quizá nos tranquiliza) pensar
que quien mata o viola o le destroza la vida a otra persona es un ser enfermo,
alguien que no vive en esta realidad o que no encaja en nuestra sociedad, pero
no es así. Nosotros somos nuestros propios monstruos.
-Tu preocupación por la demencia progresiva ¿es literal, una metáfora de la sociedad o ambas cosas? ¿Consideras que estos relatos constituyen una
revisión actualizada de la
literatura del absurdo? ¿Y de
los maestros del terror? ¿Te ha
influido algún representante de esos
movimientos? ¿Quiénes?
Es ambas cosas. Todos los
cuentos tienen dos lecturas: el lector puede quedarse con la historia principal
(el hombre que no sale de la cama, la mujer que ha perdido a su madre, la
persona que no puede salir de casa...) o puede entender cada texto como una
metáfora o como un reflejo del mundo en que vivimos. Cada historia, por corta o
sencilla que parezca, tiene mucho que ver con lo que nos rodea y con lo que
somos, aunque no nos demos cuenta.
Los
maestros del terror me han influido mucho más que la literatura del absurdo,
aunque yo no los llamaría así. Creo que es más adecuado el término "maestros
de la inquietud", pues existen muchos relatos o novelas que no pueden
incluirse dentro del género del terror y, sin embargo, nos producen una
sensación de desasosiego e intranquilidad muy fuerte. Shirley Jackson, Karin
Tidbeck, Samanta Schweblin, Edith Wharton, Edgar Allan Poe... se encuentran sin
duda entre mis influencias.
-¿Cuál es tu relato favorito? ¿Y el más alabado por los lectores?
Hay
opiniones de lo más variadas, aunque la mayoría opina que el último
relato, Diario nocturno, es el mejor. Supongo que eso se debe en
gran parte a que es el más largo y a que he podido desarrollar mucho más la
historia y, sobre todo, el personaje. Yo confieso que ése es también mi relato
favorito, pero como personaje me quedo con la niña [protagonista] de El pozo.
-El argumento de El
triángulo de cerámica ¿pretende ser realista o es la alegoría de una realidad más general?
Cuando comencé a escribir
el cuento, no tenía intención de que hubiera segundas lecturas o de que
sirviera como reflejo de otras ideas, pero al terminarlo me di cuenta de que se
podía interpretar de diversas maneras. Por supuesto, cada lector puede
interpretarlo como desee, no hay un significado o una moraleja establecida. La
verdad es que me encantaría saber cómo interpretan los demás estos relatos.
-En Barcos
hundidos he creído
encontrar huellas de la novela El extranjero de Albert Camus, ¿me equivoco?
Confieso avergonzada que
no he leído El extranjero, y prometo subsanarlo en breve.
-Todos son impactantes,
pero estoy de acuerdo en que Diario nocturno –por ser el último, el más extenso y estar tan meticulosamente trabajado que parece
más cercano a la crónica– deja una huella profunda. Parece
imposible que ese desarrollo tan realista provenga de la invención pura, ¿te has inspirado en alguna patología concreta?
No, no me he inspirado en
ninguna patología en concreto. En realidad, la enfermedad que sufre el
personaje es únicamente el motivo de que no pueda salir de casa. Lo que en
verdad importa es cómo reacciona el personaje, qué rutina desarrolla, cómo
consigue (aparentemente, al menos) no perder la cabeza en esa situación.
Intenté ponerme en su lugar, imaginar cómo sería mi vida si tuviera que estar
confinada en mi casa, de la manera más realista posible, sin hacer ningún tipo
de concesiones y, sobre todo, sin tener ninguna piedad con el personaje. No
quería un final feliz (el personaje logra salir y superar las adversidades y
vivir feliz) porque dudo mucho de que en estos casos existan finales felices.
-¿Cuáles son
tus proyectos inmediatos? ¿Crees
que con este volumen inicias un camino nuevo?
Dentro de poco publicaré
un nuevo poemario y participaré en una antología de relatos. Tengo otros dos
poemarios que me gustaría publicar (cruzo los dedos) y sigo escribiendo sin
parar. A ver qué pasa.
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