Pekín en coma, de Ma Jian


Desde que la novela histórica se convirtió en un producto para consumo de masas, allá por los años noventa del siglo XX, cualquier alusión a ella puede confundir a los lectores. Pero no olvidemos que existen grandes obras literarias de contenido histórico: sin salir de este blog, recordemos La condición humana, El hombre que amaba a los perros, Las lanzas coloradas o Tirano Banderas. Sin olvidar los centenares de obras magníficas que nos brinda la historia literaria y que todos conocemos aunque sea de oídas. Como botón de muestra, valgan Los idus de marzo de Thornton Wilder, Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar o Guerra y paz de Tolstoi.
Pekín en coma –novela contemporánea publicada en 2008 y centrada en los luctuosos acontecimientos que tuvieron lugar en la China de 1989– está a la altura de cualquiera de ellas y no ha perdido un ápice de vigencia en la década larga transcurrida, ni en la novedad de sus recursos ni en el interés del asunto que trata.
Su calidad está, pues, fuera de toda duda. Pero, aviso a caminantes, se trata de un auténtico novelón en todos los sentidos. Extensísima, densa, prolija, de contenido absorbente, personajes inolvidables, atinadas descripciones y acontecimientos decisivos mantendrá absortos de la primera a la última línea a todo el que disfrute con la buena prosa y guste de transportarse a otro ambiente todo el tiempo que haga falta. A quién le guste que pasen cosas todo el tiempo y que el autor vaya al grano y deje de irse por las ramas no le aconsejo ni que la hojee, porque además pesa lo suyo. Incluso a aquellos que han disfrutado con algunos clásicos decimonónicos de un número parecido de páginas les sugeriría que se lo piensen, porque Pekín en coma no es una narración al uso, no nos cuenta una historia, lo que hace es colocarnos en el escenario de los hechos para que la vivamos en persona. Y no exagero, o muy poco, porque cuando hablo de vivir algo me refiero a que suceda minuto a minuto, de forma muy similar a como transcurre la vida real. Ya sabemos que el tiempo, en Oriente, se mide de otra manera, cultura de la filigrana podríamos llamarle. En cuanto al escenario que menciono, no es uno sino dos, porque dos son las acciones paralelas: una, la histórica, que se produce a lo largo de unas cuantas semanas y otra, la de ficción, que ocupa unos diez años y que ocurre dentro de una cabeza, la del protagonista, encamado desde que fue herido durante las represalias del gobierno chino en la plaza de Tiananmen como respuesta a las protestas estudiantiles que comenzaron dos meses atrás.
Lo que consigue Ma Jian con este original enfoque es que el retrato de la brutalidad represora no se reduzca al momento de la agresión policial, sino que sus efectos se mantengan en el tiempo y que nos pongamos en la piel de quien se sabe muerto en vida en plena juventud sin poder comunicarse con nadie. Ni siquiera con esa madre abnegada que se va convirtiendo en un alma en pena ante nuestros ojos y los suyos. Pues, aun sin abrirlos, es capaz de sufrir con su sufrimiento y con su empobrecimiento progresivo, fomentado este por las autoridades como venganza sostenida que se alargará mientras él, Dai Wei, el rebelde, siga vivo, por muy vegetativo que sea el hilo de vida que le queda.
La pregunta, sugerida tanto por el título como por nuestro propio proceso lector es cuál de los dos está en coma, el protagonista o Pekín. Y cuando hablamos de Pekín nos referimos al país entero, o mejor, a sus habitantes, que pasado el tiempo han visto cómo China aumentaba su prosperidad económica sin aflojar la represión política, igual que el enfermo que yace en cama con todos los cuidados precisos pero sin poder hablar ni moverse.

肉之土 (BEIJING COMA) - PUBLICACIÓN: 2008 - LITERATURA RANDOM HOUSE - TRADUCCIÓN: JORDI FIBLA FEITO - PÁGINAS: 672

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