La flor púrpura, de Chimamanda Ngozi Adichie
Hay cuestiones difíciles de abordar por
escrito. Es el caso de una de las problemáticas –hay varias –tratadas en esta
novela: la violencia de género. Y son difíciles sea cual sea el estado de
opinión o la sensibilización social del momento. Cuando, hace ya tiempo, hablé
aquí de La casa de las bellas durmientes (Kawabata),
Memoria de mis putas tristes y El avión de la bella durmiente (García
Márquez), Huesos en el desierto (González Rodríguez), La piedra de la paciencia (Rahimi), Leonora (Poniatowska), incluso Abril quebrado (Kadaré),
Sonata de primavera (Valle Inclán), o
aunque de forma tangencial al argumento, Las reputaciones (Vásquez) y Ágata ojo degato (Caballero Bonald). Aún tratándose de obras que revisan el concepto
desde una gran variedad de ópticas, no parecía el momento de comentarlo
explícitamente. Y ahora, cuando en España la escalofriante realidad ha llevado
al candelero un puñado de casos obligando a todo el mundo a mirarla a la cara y
por tanto a posicionarse más o menos
sinceramente, tampoco parece muy oportuno pues podría parecer oportunista. Sin
embargo, el problema –lo atestigua el puñado de títulos reseñados solo en este
blog, apenas una infinitésima parte de lo escrito– estaba ahí, como el
dinosaurio, y si la sociedad no se ha despertado hasta ahora, el problema es de
la sociedad, tomada en su conjunto, y no de los escritores. Ellos, ya para
atacarla, ya para defenderla de forma sibilina, se han ocupado ahora y siempre de
esta lacra y nosotros hemos dado testimonio de ello en la medida de lo posible.
Ngozi Adichie tiene cuarenta años, procede
de una acomodada familia nigeriana, estudió en varias universidades de EEUU y,
entre novela y ensayo, tiene en su haber casi una decena de obras. En La flor púrpura narra las vivencias de
una adolescente, hija menor de un reputado prócer local. Con un planteamiento
que enfrenta el asunto tan directa y bruscamente que resulta asfixiante y
angustioso, un nudo que se abre a otras perspectivas y amplía el campo, tanto a
los lectores como a los personajes, y un desenlace demoledor y –para mí–
completamente inesperado, la autora nos presenta las tradiciones nigerianas, las
débiles y valientes intentonas dirigidas a transformar mentalidades, las
creencias, el fanatismo, la impunidad de que disfrutan ciertos liderazgos, la
forma en que la educación moldea las mentes, el poder transformador de la
cultura etc., en el marco social, cultural y económico de su país de origen.
“La tinta negra empezó a correrse, las
letras empezaron a mezclarse y luego a cambiar de color. Ahora eran rojas, del
color rojo de la sangre fresca. La sangre era acuosa y brotaba del cuerpo de madre,
de mis ojos. Más tarde, durante la cena, padre anunció que íbamos a rezar dieciséis
novenas para el perdón de madre. Y el domingo después de Adviento nos quedamos
al finalizar la misa e iniciamos las novenas. (…) No pensé, ni siquiera pensé
en pensar, por qué madre tenía que ser perdonada.”
Una
historia que presenta caracteres femeninos valerosos a pesar de las apariencias,
en la que Adichie entrelaza perfectamente el terror con las circunstancias de
la vida cotidiana, o mejor, consigue describir magistralmente la cotidianeidad
del pánico. No obstante, la potencia del relato se encuentra algo atenuada por
un propósito moralizador más que evidente.
PURPLE HIBISCUS – PUBLICACIÓN: 2003 – (EN
ESPAÑA: VARIAS EDICIONES) – PÁGINAS: 300 (aprox.)
Maravillosa manera de explicar lo que te gusta
ResponderEliminarUn hallazgo el haber hallado en mi camino a tu blog
Gracias
Muchas gracias, Mucha. Me alegra que te guste lo que has leído y espero seguir acertando.
EliminarUn saludo
Muchas gracias, Orlandiana. Un comentario muy a tener en cuenta. "La casa de las bellas durmientes" me pareció en su momento de un erotismo desasosegante, y aunque desde una perspectiva de género puede decirse mucho, lo cierto es que el relato habla de hombres mayores "honorables" frente a los que no lo son cuando se acuestan con las jovencitas...Toda una mentalidad, más allá de tópicos y de la rabia que pueda desatar la violencia de género.
ResponderEliminarDe nuevo gracias por tu generoso trabajo
Hola AGC
ResponderEliminarLa casa de las bellas durmientes me parece una muy buena novela. Pero haces bien en poner "honorables" entre comillas, porque esos clientes tienen muy poco de honorables, aunque un novelista del siglo pasado que a sus 62 años concibió esa fantasía quiera normalizar lo inaceptable. Piensa que eran unas niñas, que iban engañadas y que las narcotizaban tan a fondo que ponían su vida en peligro. De hecho, una de ellas muere, aunque no tengo muy claro si Kawabata le da mucha importancia al detalle.
En cuanto a mi trabajo, no hay de qué. Es un placer, y lo digo de corazón.
Saludos
A Cervantes se le considera un revolucionario por defender que una mujer diga "No"y se respete: que no sea un mero objeto del deseo para el varón...Yo creo que, a pesar de todo, al menos en nuestro país sigue siendo revolucionario.
EliminarLa mentalidad japonesa, con sus siglos de aislamiento, será completamente otra, y la condición de la mujer quizás muy compleja. Algo dejan traducir las, en su momento, transgresoras Geishas (que hoy representan la tradición). Lo que si puedo decir es que mientras leía la novela de Kawabata en algún momento alcé la vista del libro y miré a los lados. Si eso es una fantasía, puf, que fuerza.
Me viene a la mente una frase de Rosa Luxemburgo (que debería estar en los altares)_ "Sólo sientes las cadenas cuando te mueves".
¡Socorro! Con este material, demasiado poco está pasando.
EliminarPerdón, pero no entiendo tu último post, Molina de Tirso. Me refiero al discurso de Marcela, como seguro que ya sabes. Hay una errata en el mio : "·algo deja traslucir /no traducir)-
ResponderEliminarLo que he intentado, aunque no sé si me he expresado mal, es citar la modernidad de Cervantes. Aún hoy daría muchas lecciones a feministas de salón. El discurso de Marcela no sólo es un texto muy avanzado, es que literariamente se considera una auténtica joya, rotunda.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que he escrito sobre Japón, Kawabata trata el erotismo en otros libros, (en el taller literario al que acudo leímos un relato titulado "Nieve" que pone los pelos de gallina, como diría un futbolista...). En modo alguno justifico que trate de normalizar esa utilización de la mujer porque es muy perversa, de hay lo desasosegantte del libro, en gran medida. Pero estoy de acuerdo contigo en que es una gran novela. Una pieza más para intentar comprender una mentalidad y una cultura muy lejanas.
y perdón por las faltas de ortografía, que se me han colado varias...
ResponderEliminarHola, Molina de Tirso.
ResponderEliminarDesconocía que esta autora hubiese escrito este libro, y ya mismo me lo apunto. Cuánta falta hace literatura que denuncie esta terrible lacra social que apenas ahora comenzamos a entender como un problema grave.
He leído también la reseña de "Memoria de mis putas tristas", me gusta mucho el estilo bien argumentado que utilizas para hacer reseñas.
Me quedo por aquí, con tu permiso.
Un saludo.
Hola Mrs. Sofía,
ResponderEliminarMuchas gracias por los elogios y por seguir el blog. Hasta hace relativamente poco, parecía que estos hechos eran cosas de novelas, por fortuna parece que ya preocupan a la gente. Chimamanda promete y estoy atenta a lo que hace. Pero su relato descubre que lo que cuenta es malo, el de G. Márquez, en cambio, tiene una actitud demasiado comprensiva rayando en la alabanza. Así estábamos hace poquísimo tiempo.
Yo te recomendaría los dos. Y, si te apetece, luego nos lo cuentas.