Formas de estar lejos, de Edurne Portela


No había leído nada de Edurne Portela, y pienso repetir porque intuyo que esta novela no es lo mejor que ha escrito. De momento, tiene una obra corta, pero es que es ahora, pasada la frontera de los 45, cuando se suele alcanzar la plenitud literaria. Hasta el momento, su principal obsesión ha sido la violencia: en forma de ensayo (El eco de los disparos) o novela (Mejor la ausencia y la que nos ocupa). Violencia que puede ser social, no en vano nació en Santurce a mediados de los 70, o individual, es decir, la violencia de género, asunto que aborda Formas de estar lejos o eso pretende. Violencia de la que ha prometido desprenderse, ya veremos si lo cumple en lo sucesivo o solo en el texto que está preparando.
Llegué a esta autora porque me interesa conocer formas de abordar una cuestión tan candente y que levanta tantas ampollas en cualquiera mínimamente sensible, más aún si es mujer. No obstante, suele ocurrir que cuando algo nos toca muy de cerca –y eso no significa haberlo padecido, solo ser víctima potencial y/o espectadora impotente de lo que está ocurriendo–  la capacidad para plasmarlo con palabras disminuye proporcionalmente a esa cercanía. Dicho de otra forma, las auténticas obras maestras reflejan realidades próximas al autor pero vistas con cierta distancia, cuando ya las ha superado, no mientras se está viviendo, tal como proclamó el gran Gustavo Adolfo que de eso sabía un rato. Él se refería al desamor, pero ocurre con cualquier otro dolor intenso por ejemplo, el fallecimiento de alguien cercano. Y a todos –por lo menos, a todas– nos hiere en lo más hondo esa vorágine de cifras, el recuento constante de muertes a manos de desalmados machistas.
La protagonista de Formas de estar lejos –por cierto, precioso título– es, naturalmente, una mujer, y una mujer cuyas circunstancias personales son muy parecidas a las de Portela. Siguiendo esa moda, pienso yo, de la auto-ficción, que facilita el trabajo literario pero suele producir personajes planos y tramas poco inspiradas. La autoficción, ese gran peligro, pues ¿para qué vamos a esforzarnos en imaginar si la realidad nos lo da todo hecho? Pero la obligación de todo escritor es no confundir ficción con realidad, y si el ser humano tuvo que inventar la primera es porque –debido a un montón de razones– no le basta con la segunda. Pero gran parte de los escritores actuales han olvidado esto.
Decía, antes de ponerme a divagar, que Alicia y Edurne tienen edades parecidas, la misma trayectoria profesional, ambas nacieron en Euskadi, llegaron a Estados Unidos siendo muy jóvenes y han trabajado allí durante más de una década. Al comienzo, Alicia es una recién llegada, sin un inglés fluido, que trata de abrirse camino en los medios académicos del país. Me apresuro a añadir que el comienzo es escalofriante: desde las primeras líneas sabemos qué es lo que nos va a contar Portela y empezamos a prepararnos para afrontar momentos angustiosos y escenas terribles.
Y eso es todo. Alicia conoce a un hombre, se enamoran o eso parece, la relación se enfría progresivamente debido a momentáneas discrepancias y, lo que es más importante, a una diferencia radical en la forma de ver la vida. Aparte de las circunstancias biográficas del individuo en cuestión, tampoco es que se nos explique mucho, lo intuimos más que nada por sus reacciones. Ella es una persona bastante fría y él, cuya personalidad tampoco es que sea muy cálida, pretende ¡cómo no! llevar la batuta, algo que está muy lejos de conseguir. ¡Bien por Alicia! El distanciamento es patente, no tanto el proceso. Lo que no ha entendido esta lectora –y quizá otros tampoco– es el motivo de ese temor, que más bien parece paranoico, pero resulta que no, que la narradora lo trata como si tuviese una causa real. Varias veces amaga con que se va a producir algo terrible y descubrimos que todo estaba en su cabeza, salvo quizá algún episodio no demasiado convincente. El tipo no es que sea precisamente agradable, desde luego que no, pero jamás ocurre eso que nos estábamos temiendo. Me alegro por el personaje, pero he de destacar que eso supone un fallo evidente en la forma de conducir la trama y a ello me refería cuando hablaba de que a los escritores les cuesta entrar en detalles cuando los acontecimientos se encuentran demasiado próximos social o personalmente. Y no solo la parte negativa y cuasi apocalíptica que esperábamos desde aquella primera escena, toda su vida conyugal va transcurriendo, monótona; las profesiones respectivas se afianzan, conocemos a algunos secundarios –pocos y desdibujados–, se compran una casa, luego otra… Y el relato de la relación brilla por su ausencia. Yo diría que los vemos –sobre todo a ella– mucho más en cualquier ámbito que en el propiamente conyugal, que su evolución como pareja no se explica lo suficiente, y eso supone que no lleguemos a conocer esta, a comprender la interacción entre ellos.
Aún así, la recomiendo, porque su lectura es agradable y, sobre todo, porque mi perspectiva es algo peculiar y a muchos seguro que os encanta. Eso sí, como recuento de la vida cotidiana de una universitaria española en Estados Unidos podríamos decir que es correcta. Pero sin gancho. Y en absoluto cumple lo que anuncia.

FORMAS DE ESTAR LEJOS – NOVELA – PUBLICACIÓN: 2019 – PÁGINAS: 240

Comentarios

  1. Hola! Lo primero que quiero decir es que me ha gustado mucho la reseña y tu perspectiva, estoy muy de acuerdo en la “sutileza”? a la hora de describir el maltrato, Tanta que es difícil reparar en él, sobre todo con la expectativa del inicio de la novela (tremendo) y con la expectativa que tenemos cada uno sobre este tema tan presente. A mí me encantó el libro porque vi el miedo de la protagonista, el miedo sutil que desde fuera da la impresión de miedo algo paranoico como dices y superable, una especie de “no es para tanto”. No me costó identificarme y me alegré de que Edurne hablara así del maltrato sutil y cotidiano que no sale en las noticias y que por desgracia existe y es muy dañino. Después de leer Mejor la ausencia me quedó claro que la autora es muy capaz de narrar la violencia contra las mujeres, la más agresiva, y eso reafirmó mi impresión de que lo que quiso contar en Formas de estar lejos fue esta otra, que en el fondo es la misma.

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  2. Ya, Irati. Sé a qué violencia te refieres y es la que esperaba encontrar, tenía verdaderas ganas de ver cómo la iba a abordar Portela, incluso fui a la presentación del libro con toda la ilusión y hablé con ella. Pero es que no narra esa violencia, creo yo, incluso la relación entre ellos queda muy diluida.
    En fin, creo que me estoy repitiendo :)

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