La muerte en sus manos, de Ottessa Moshfegh

 



Perpleja estoy y así me quedaré, ya que no parece que nadie sea capaz de captar el sentido de esta novela extraña. O yo no he encontrado al lince que me saque de dudas. Y, como siempre tengo que buscarle tres pies al gato -ya me conocen- me pregunto si la propia escritora es capaz de desentrañar las claves de su historia. Hay veces que un narrador se va enredando cada vez más en su propia fantasía, o en asociaciones de lo más peregrino y yo le leo fascinada, esperando hasta el final, porque si es capaz de salir del atolladero estoy ante una auténtica obra de arte. A veces sucede y me deja maravillada, otras, él o la que sea acaba por empantanarse en la ciénaga que él mismo ha creado y ahí se queda, sin avanzar ni retroceder, fingiendo que lo había previsto de antemano. Es lo que sospecho que ocurre aquí, pero fuentes quizá más autorizadas que yo -o no, ¡quién sabe!- afirman que si está hablando del misterio de la existencia..., o de los insondables secretos de no sé qué..., en fin que la señora Moshfegh ha descubierto la pólvora ya que, desde hace bastantes décadas, cuando algo no se entiende se considera muy sesudo y erudito.

Y la verdad es que el argumento promete. Una mujer que se refugia en su soledad al enviudar, el aislamiento, los pensamientos tortuosos, las conclusiones absurdas, una mente cada vez más atormentada, perdiendo la cordura por momentos. Pero de vez en cuando la realidad parece darle la razón. ¿O tampoco hay que creer lo que ella misma cuenta sobre el mundo exterior? ¿Se lo está inventando todo? ¿Es la visión de una mente enajenada o la escritora establece una simbología difícil de interpretar? Así, a primera vista, no parece que lo que sucede con Vesta, la protagonista, sea ninguna metáfora de este mundo loco en que vivimos, eso exigiría mayor elaboración, creo. Alguno ha aventurado esa hipótesis pero a mí me parecen dos locuras distintas.

Tiene sentido que una señora ya entrada en años que se retira a un paraje semi-desierto al borde de un lago, acompañada únicamente de su perro, sin teléfono, sin ver un alma más que una vez a la semana, que es cuando va al pueblo a hacer la compra, termine algo desequilibrada, o bastante. El ambiente opresivo está perfectamente descrito, las obsesiones son cada vez más delirantes y con ellas la caída progresiva en el absurdo. No niego que me ha mantenido intrigada hasta el final. Y que la relación con el difunto, que al principio parecía idílica y cada vez se muestra más patológica, se desarrolla con una sutileza admirable.

Pero no puedo dejar de pensar que a la autora se le ha ido la mano. Finalmente, excepto la falta de cordura de Vesta y su frustrado matrimonio, nada de lo que sucede tiene explicación. Si, como también se ha dicho, la trama se acerca al género negro, que me expliquen de dónde sacan esa idea. O lo que sucede está en la cabeza de una mujer perturbada o el entorno se ha confabulado contra ella. Pero no encontramos ninguna explicación a esto último. Eso sin contar lo que ocurre con el perro. Porque ella se puede haber vuelto loca, solo tenemos que leer ese final para comprobarlo, pero el perro también ¿por qué? Los perros no son así que yo sepa.
 
En fin, leanlo y luego me lo cuentan. Espero comentarios, por favor, esta vez no lo dejen para más tarde.

TÍTULO ORIGINAL: DEATH IN HER HANDS  - PUBLICACION: 2020 - EN ESPAÑA: 2021 - EDITORIAL ALFAGUARA - TRADUCCIÓN: INMACULADA C. PÉREZ PARRA - PÁGINAS: 232

Comentarios

  1. Igual a la novelista se le ha pasado un pelín la mano. Pero la reseña está genial.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Lo que me da rabia de esto es lo fácil que resulta dar gato por liebre. Mantienes entretenida a la gente y ¡hala! a vender libros.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Explícate: