TEXTOS. María Zambrano: La España de Galdós (I)



Las mujeres en Galdós

Galdós es el primer escritor español que introduce a todo riesgo las mujeres en su mundo. Las mujeres, múltiples y diversas, las mujeres reales y distintas, “ontológicamente” iguales al varón. Y esta es la novedad, esa la deslumbrante conquista. Existen como el hombre, tienen el mismo género de realidad, es lo decisivo y lo primero que se da a ver.

Había pasado el romanticismo ya. ¿Y el ángel? ¿La mujer que en la vida española desempeña la función que en la europea jugaron esa brillante pléyade de los siglos XVIII y XIX? Cuando Galdós escribe, ya ha pasado el Romanticismo. No es, pues, responsable de que en su obra no aparezca. Pero ¿ha pasado en verdad por la vida española? ¿Han existido esos “Ángeles” guardianes? ¿En un país tan estoico, alguna estoica cortesana a lo Ninón, la más prudente de todas; o alguna audaz Pompadour en los recovecos de la política? Y de las ya románticas, ¿alguna Sand, alguna Margarita? No parece. Entre las heroínas, Mariana, la del romance infantil, flor segada, sin más jardín que el de la leyenda. España, a quienes no deja vivir, les ofrece un romance.

Marianita. Y Teresa Mancha, el único “Ángel”, pero… “Ángel caído”, “hermoso ser para llorar nacido y vivir como autómata en el mundo”. Flor tronchada también por el implacable cierzo carpetovetónico. La trascendencia de estas dos mujeres, más que de la vida de sus breves y desolados días, es inocente trascendencia poética. Existencia poética, tras de su cruel muerte y cercada vida.

No; no parece a simple vista que el Romanticismo abriera un surco en la vida española. A esta simple vista, no la podría contradecir la posible y erudita investigación de alguna ignorada figura romántica, de alguna olvidada historia, flor estrujada por la losa del tiempo, pues ello mostraría, por el contrario, que tan arisca había sido la sociedad española a esta revolución romántica que, habiéndose dado en su suelo, no había ascendido a histórica “vigencia”.

Margarita Xirgu caracterizada como Marianela para el teatro
Pero hay más: el motivo de que así suceda es uno de los más hondos secretos de la vida española que bien puede enunciarse en forma casi matemática: Romanticismo es igual a vida individual en plenitud, a la existencia de criaturas humanas con historia. El romanticismo es la eclosión de los corazones con historia y de las historias del corazón. En consecuencia, una mujer romántica es una mujer “con historia”. Y bien, el español no ha soportado hasta ahora la mujer con historia. Le sucede con la mujer como con la existencia misma de España. La verdad es que los españoles tienen historia a pesar suyo; no la viven, no se entregan a ella con la consecuente docilidad del europeo y especialmente del francés. El corazón francés es dócil, profundamente dócil a su historia, bajo la cual vive maravillado. Y paralelamente es en Francia donde la mujer necesita tener historia; donde la simple belleza física no basta, y es indispensable la pátina histórica para llevar a la mujer a su categoría definitiva. Hasta las Santas de Francia son santas a la par de la historia. La España guerrera de la Reconquista y la Contrarreforma no tiene una Santa defensora de la nación: la de Ávila defendió castillos interiores.
María Zambrano. La España de Galdós. Cap: “La mujer en España”
(Pags. 176-178)


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