La razón del mal, de Rafael Argullol
Imposible no recordar Ensayo sobre la ceguera de José Saramago
casi desde las primeras líneas de esta novela. En realidad, se trata de una
coincidencia motivada por un caldo de cultivo social y unas influencias
culturales parecidas, pero lo cierto es que si alguien pudo recibir inspiración
fue el Nobel, que publicaría la suya solo un par de años más tarde.
Obviamente, los resultados son
radicalmente distintos: mientras la otra enfocaba la realidad desde dentro, La razón del mal lo observa todo desde
el punto de vista de un observador externo.
Desde luego, si me obligasen a elegir entre las dos, me quedaría con
esta última. Reconozco que Argullol desarrolla impecablemente una fábula moral
de innegable similitud con la actual crisis económica, pero me parece que peca
de abstracto, que no insufla vida a sus personajes, que al omitir la fisonomía
de lugares, actitudes y personas, niega a sus lectores una visualización
imprescindible a la hora de introducirse con la imaginación en el escenario de
los hechos.
Estos, por cierto, resultan de
lo más inquietante: a partir de un momento dado, los habitantes de una ciudad
moderna y próspera –aunque sin nombre ni ubicación precisa – comienzan a morir
en vida convirtiéndose en esos zombis que después se pusieron tan de moda.
Pierden la capacidad de actuar y comunicarse, se convierten en bultos
ambulantes representando una carga para sus familias que se deshacen
inmediatamente de ellos. Una vez hospitalizados, los psiquiatras no encuentran
tratamiento, ni siquiera diagnóstico, y como su número aumenta sin cesar, empieza
a considerarse el fenómeno como una peligrosa epidemia.
Se les denomina los exámines. A raíz de su su aparición, la
ciudad es víctima de tal ensimismamiento que ni siquiera el novelista se
interesa por lo que ocurre en otros sitios. Solo en una ocasión, y de pasada
refiriéndose al comercio, nos recuerda que hay vida fuera de sus límites.
Las conductas evolucionan, falta
saber si la sucesión descrita constituye un progreso o son solo facetas de un
estancamiento constante, si el desenlace representa la solución o no es más que
la constatación de un fracaso. Lo cierto es que no puede resultar más
verosímil, aunque deja en el aire demasiadas preguntas. Los exánimes desaparecen sin dejar rastro y
la población se empeñará en fingir que nada ha ocurrido, reflejo fiel de una
sociedad que suele mostrar una proverbial
mala memoria y que, de continuar la trama, daría lugar a un engaño
colectivo bastante patológico.
Finalizo con una pregunta. ¿No
les parece que la portada tiene poco que ver con el contenido al que sirve de
marco? No le encuentro ninguna relación, palabra.
PRIMERA EDICIÓN: 1993 - PREMIO
NADAL 1993 – REEDICIÓN: ENERO 2015 - EDITORIAL ACANTILADO (COLECCIÓN: NARRATIVA
249) – PÁGINAS: 224
Comentarios
Publicar un comentario
Explícate: