Día Mundial de la Poesía: 21 de marzo ¿Puede el poema surgir de la nada? (I)

Si echamos un vistazo a los nuevos autores, parece que sí, que una nueva poesía acaba de inventarse y que todo lo anterior, en lugar de servir de cimientos donde basar las innovaciones, no es más que un juguete apolillado e inservible que arrinconamos en el lugar de nuestro cerebro más alejado y lleno de telarañas o en el museo inservible de la historia.
La poesía, dicen, tiene que usar un lenguaje llano, el mismo que usamos a diario para que pueda entenderla todo el mundo. Aceptemos eso. 
Además, ha de limitarse, siempre ¿siempre? a asuntos cotidianos, nada de trascendencias, metáforas ni símbolos (fuente es fuente, relámpago es relámpago). Pero la tradición aporta una serie de tópicos o temas recurrentes (muerte, amor, carpe diem, menosprecio de corte y alabanza de aldea, fugacidad de la vida, bucolismo) que, por tratarse de cuestiones eternas, podrían añadirse a los nuevos o, al menos, todo aspirante a poeta debería ser consciente de que existen, no vaya a ser que hablemos de lo de siempre creyendo que estamos inventando la pólvora. En la misma línea, recordemos que la poesía ha hablado siempre de asuntos cotidianos aludiendo a realidades inmateriales que los trascienden, como el paisaje, los fenómenos meteorológicos, las máquinas de la revolución industrial, la ciudad, el mar y un largo etc. Se trata de los tropos, figuras retóricas que aluden a entidades abstractas, o sea, ni más ni menos que la comparación, la metáfora y el símbolo. Es decir, se puede hablar de que te aprieta el zapato de tacón que compraste ayer por la mañana y estar aludiendo a algo mucho más trascendente. Pero vale. Dejemos los significados profundos y hablemos del aquí y del ahora. Aceptemos eso también.
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Estatua de Fernándo Pessoa (Lisboa)
Por supuesto, ni hablar de combinaciones de sílabas ni de acentos, de esas cadencias que surgen, la mayoría de las veces de forma intuitiva, a base de probar y probar. más lentamente al principio, con más seguridad a medida que vamos adquiriendo experiencia. La práctica es, pues, muy importante, pero hay que contar, previamente, con buen gusto sonoro (en parte, innato y en parte, adquirido a base de buenas lecturas) y sentido del ritmo poético. Los poetas latinos tenían medidas muy estrictas a base de combinaciones de vocales largas y cortas, medidas que los poetas hispanos adaptaron a la lengua castellana creando lo que, hasta hace unos años, se conocía por poesía: una entidad que se diferencia de la prosa por su musicalidad y sonoridad, fundamentalmente. ¿Prescindimos también del ritmo? De acuerdo, derribémoslo todo. ¡Viva la libertad!
¿Qué nos queda entonces? Mmm... Pues, creo que nada. Un texto sin ritmo no es poesía, se ponga como se ponga el sursum corda. Eso para empezar. Pero recordemos que habíamos eliminado de él todo el misterio, la alusión a pensamientos y sentimientos, la magia, la revelación de ese más allá laico que nos convierte en lo que somos. Recordemos también que debemos utilizar exclusivamente términos cotidianos, cuánto más de andar por casa mejor, no sea que se pierda alguien.
Lamento decir que discrepo de principio a fin. La poesía nunca ha sido un manual de instrucciones, no sirve para armar un barco o para no perderse atravesando la Selva Negra. No hay, pues, necesidad de que la entienda todo el mundo y menos a primera vista. Hay que leerla en silencio, saborearla, repasarla, recrearse en ella, disfrutarla, empaparse de sus sonidos, enfrentarse a ese hallazgo que solo se atreve a sugerir...
Cada uno puede opinar lo que quiera, pero el término poesía alude a una realidad muy concreta, que va evolucionando pero que, como todo, tiene una esencia. Aunque llamemos a la "mesa" "coche" y a la "paella" "pinar" seguirán siendo lo que son. El panorama editorial se ha llenado de obras en prosa con los renglones cortados a las que llaman poemas y encima se lo creen. Vale. Si es cuestión de nomenclatura, las podemos llamar como queramos, pero lo que queda después de eliminar lo imprescindible no dejará de ser prosa con los renglones sin terminar, nunca versos; si no hay poesía, los versos simplemente no existen.

(Continuará)

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