Devaneo y embriaguez de una muchacha, de Clarice Lispector
Asombro, requisito fundamental en todo
artefacto literario que se precie de serlo. Más aún si se trata de relatos. El
lenguaje llamando la atención sobre sí mismo, la ficción reclamando que la
atiendan. De todo eso hay en este relato de Clarice Lispector, pero contiene también otras cosas: un flujo de conciencia casi surrealista pero controlado lo imprescindible
para no caer en la escritura automática, un impresionismo basado en las
descripciones -de ambiente y estado de ánimo- que hacen avanzar la (minúscula) trama sin
recurrir a la narración propiamente dicha.
Clarice Lispector |
Mujer que se sabe joven y sin embargo al borde de una vida acabada. Todo esto se traduce en soledad, frustración, desánimo, autoengaño y necesidad de huir hacia delante. Una interpretación muy personal de la vida, la literatura y la relación entre ambas, una lucidez autoconsciente que muestra los condicionantes de su sexo.
Nunca está de más recordar a Lispector:
“El sábado por la noche el alma diaria estaba perdida, y qué bueno era perderla, y como recuerdo de los otros días apenas quedaban las manos pequeñas tan maltratadas, y ahora ella con los codos sobre el mantel de la mesa a cuadros rojos y blancos, como sobre una mesa de juego, profundamente lanzada a una vida baja y convulsionante.”
Literatura
en estado puro que basa su originalidad en el hallazgo y la expresión de una voz
personal.
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