TEXTOS: Flaubert y Madame Bovary




William Somerset Maugham, Diez grandes novelas y sus autores (pgs. 191-200)
“Si es cierto, como yo creo, que el tipo de libros que un autor escribe depende de la clase de hombre que sea, por lo que resulta conveniente conocer los aspectos pertinentes de su historia personal, esto, como se verá enseguida, es fundamental en el caso de Flaubert. Era un hombre fuera de lo común. Ningún escritor de cuantos conocemos se dedicó con tan intensa e indomable diligencia al arte literario. Para él no era, como lo es para la mayoría de los autores, una actividad de importancia primordial pero que permite otras actividades que sosiegan la mente, confortan el cuerpo o enriquecen la experiencia. No pensaba que vivir fuera el objeto de su vida; para Flaubert, el objeto de su vida era escribir: ningún monje en su celda sacrificó los placeres del mundo por su amor a Dios con tan resuelta decisión como Flaubert sacrificó la plenitud y la variedad de la vida por su ambición de crear una obra de arte. Era a la vez romántico y realista. Ahora bien, en el fondo del romanticismo, como he dicho al hablar de Balzac, se hallan el odio hacia la realidad y un apasionado deseo de huir de ella. Como todos los románticos, Flaubert buscó refugio en lo extraordinario y lo fantástico, en el Oriente y en la Antigüedad. Sin embargo, a pesar de lo que odiaba la realidad y de su aversión a la mezquindad, los lugares comunes, la imbecilidad burguesa, todo eso le fascinaba, pues había algo en su carácter que hacía que lo atrajera poderosamente lo que más detestaba. La estupidez humana tenía para él un encanto repugnante, y exhibirla con toda su odiosidad le procuraba un placer morboso. Le sacaba de quicio con la fuerza de cualquier obsesión, era como una llaga en eel cuerpo que duele cuando se toca pero que no se puede evitar tocarla. El realista que había en él estudiaba con minuciosidad la naturaleza humana como si fuera un montón de basura, no para encontrar algo de valor, sino para mostrar a todo el mundo la vileza del ser humano, a pesar de su apariencia externa.
(…)
Mientras tanto, Flaubert había estado muy atareado escribiendo La tentación de san Antonio, un libro que tenía en mente desde hacía tiempo (…) cuando el libro estuvo terminado, Flaubert convocó a Du Camp y Bouilhet a Croisset, para leérselo. Leyó durante cuatro días, cuatro horas por la tarde y cuatro horas por la noche. Habían decidido que no se daría ninguna opinión hasta que se hubiera oído la obra en su integridad. A medianoche del cuarto día, Flaubert, tras finalizar la lectura, dio un puñetazo en la mesa y dijo: “¿Y bien?” Uno de los presentes respondió: “Pensamos que deberías arrojarlo al fuego y no volver a hablar de ello”. Fue un golpe demoledor. Discutieron durante horas, y Flaubert aceptó al fin el veredicto de sus amigos. Bouilhet le sugirió después que, tomando como modelo a Balzac, escribiera una novela realista. Para entonces eran ya las ocho de la mañana, y fueron a acostarse. Horas más tarde volvieron a reunirse para continuar la discusión y, según cuenta Maxime du Camp en sus Recuerdos literarios, fue entonces cuando Bouilhet le propuso la historia que finalmente se convertiría en Madame Bovary. Sin embargo, en las cartas que Flaubert escribió durante el viaje que poco después emprendió en compañía del propio Du Camp, mencionaba varios temas en los que estaba pensando para sus novelas, pero no así Madame Bovary, por lo que es bastante seguro que Du Camp estuviese en un error.
(…)
 Louis Bouilhet siguió siendo su único amigo íntimo. Flaubert, hoy se piensa que sin razón, creía que era un gran poeta y confiaba en su criterio más que en el de cualquier otra persona. Le debía mucho. De no haber sido por Bouihlet, es muy probable que Madame Bovary nunca se hubiera escrito, y desde luego no habría sido el libro que es. Fue Bouillet quien ,después de interminables discusiones, convenció a Flaubert de que escribiera una sinopsis que a Bouilhet le pareció muy prometedora. Y, por fin, en 1851, Flaubert, que a la sazón tenía treinta años, se puso manos a la obra.
(…) Era, como ya he dicho, romántico y realista a la vez; y se sumergió en la sórdida historia de Emma Bovary con la furia de un hombre que se vengaba regodeándose en las cloacas porque la vida no había satisfecho las exigencias de su pasión por lo ideal. En las quinientas páginas de la novela se nos presentan muchos personajes, pero a excepción del personaje secundario del doctor Larivière, en pocos se encuentra algún rasgo positivo. Son abyectos, mezquinos, estúpidos, banales y vulgares. Muchas personas son así, pero no todas; y es inconcebible que en una ciudad, por pequeña que sea, no se encuentre a una persona al menos, cuando no a dos o tres, que sea sensata, bondadosa y amable. Flaubert no logró mantener su personalidad al margen de su novela.
(…) Los personajes están trazados con habilidad consumada. Se nos convence de su veracidad. En cuanto los conocemos, los aceptamos como seres vivos que se valen por sí mismos en el mundo que nos rodea. Los damos por supuestos, como lo hacemos con nuestro fontanero, nuestro tendero o nuestro médico. Nunca se nos pasa por la cabeza que sean personajes de una novela…
La gran novela de Flaubert fue acogida con entusiasmo por los lectores y de inmediato se convirtió en un éxito de ventas, pero los críticos se mostraron, cuando no hostiles, indiferentes. Por extraño que pueda parecer, prefirieron conceder importancia a una novela titulada Fanny, de un tal Ernest Feydeau, que se publicó más o menos al mismo tiempo, y solo la profunda impresión que Madame Bovary causó en el público y la influencia que ejerció en posteriores autores de ficción, les obligó a tomársela por fin en serio
Madame Bovary es una historia de mala suerte más que una tragedia. Hay que decir que la diferencia entre una y otra es que en la primera los hechos que suceden son causados por el azar, mientras que en una tragedia son el resultado de los caracteres de las personas que intervienen. Fue mala suerte que, con su belleza y su encanto, Emma se casara con un tonto anodino como Charles Bovary. Fue mala suerte que cuando estaba embarazada y deseaba un hijo que compensara la desilusión de su matrimonio, tuviera una hija. Fue mala suerte que Rodolphe Boulanger, el primer amante de Emma, fuera un tipo egoísta y brutal que la defraudó. Fue mala suerte que su segundo amante fuera mezquino, débil y timorato. Fue mala suerte que cuando estaba desesperada, el sacerdote del pueblo, al que acudió en busca de ayuda y orientación, fuera un imbécil insensible y necio. Fue mala suerte que cuando Emma se vio endeudada por completo y, ante la amenaza de pleitos, se humillara hasta el punto de pedir dinero a Rodolphe, y que este no pudiera entregárselo –aunque se nos dice que habría estado dispuesto a hacerlo– porque en ese momento no disponía de él. Fue mala suerte que a este nunca se le pasara por la cabeza que tenía crédito y que su abogado le habría entregado de inmediato la cantidad necesaria. La historia que Flaubert quería contar terminaba necesariamente en la muerte de Emma, pero es preciso confesar que los medios a los que el autor recurrió someten a prueba hasta el límite la credulidad del lector.
(…)
En términos generales, Madame Bovary  da una impresión de realidad intensa, y eso se debe, a mi juicio, no solo a que los personajes de Flaubert son sin duda verosímiles, sino a que se describe el detalle con extremada fidelidad. Los primeros cuatro años de la vida de casada de Emma transcurren en una pequeña población llamada Tostes; allí se aburre terriblemente, pero para que la obra resultara equilibrada este periodo tenía que describirse con el mismo ritmo y con el mismo detalle que el resto. Ahora bien, es difícil describir un tiempo aburrido sin aburrir al lector; aún así, el largo pasaje se lee con interés. Flaubert narra una serie de incidentes de lo más banal, y el aburrimiento no es tanto porque se lee algo nuevo todo el tiempo, sino que como cada pequeño incidente, ya sea algo que Emma hace, siento o ve, es tan banal, el lector tiene una vívida sensación de aburrimiento. Hay una descripción acartonada de Yonville, la pequeña ciudad en la que los Bovary se instalan después de abandonar Tostes, pero es la única de ese estilo; por lo demás, las descripciones del campo y la ciudad, maravillosamente ejecutadas todas ellas, están entretejidas con la narración y potencian su interés. Flaubert presenta a sus personajes en acción, y nos enteramos de su aspecto, su modo de vida, su ambiente, en un proceso continuo; de hecho, igual que llegamos a conocer a la gente en la vida real.”

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