Natacha, de Luisa Carnés

 Me intrigaba esta novela por lo mucho que ha dado que hablar y, teniendo en cuenta que suelo dejar mis elecciones en manos del azar (siempre que este coincida con mis gustos o intuiciones) me alegré de que cayese en mis manos por fin. Me refiero a una caída metafórica, el libro en cuestión puede llevar años en mi biblioteca sin que le haga el menor caso a pesar de haberlo comprado con toda la ilusión del mundo, y un buen día ocurre algo que le concede una relevancia especial y tengo que leerlo inmediatamente. Si le suena el título, seguramente habrán leído la misma reseña,  repetida una y otra vez, que indica lo más superficial del argumento así como sus implicaciones éticas. Intentaré, pues, abordar su contenido de otra forma y, de paso, incidir en otras cuestiones que considero importantes, sobre todo lo que atañe a su estructura.


De acuerdo, el argumento se desarrolla a lo largo (y ancho, ahora verán por qué lo digo) de una cena familiar, pero las implicaciones del tema que les ha llevado a reunirse abarcan la vida entera de los que están allí y de quienes están vinculados a ellos. Pues no solo está en juego su futuro, tal como recalcan una y otra vez los personajes, sino que refleja el carácter, motivaciones, ideología, catadura moral e historia personal de cada uno de ellos junto a la naturaleza de las relaciones que mantienen todos con todos. Concretando, los convocados al lujoso restaurante son dos hermanos con sus esposas respectivas. Sitúo en primer lugar a los varones porque son los socialmente relevantes, sobre todo quien, presuntamente, accederá al puesto de primer ministro holandés en pocos meses si no ocurre nada extraordinario, ya que hasta el momento todas las cartas están a su favor, pero quien va a manejar los hilos que conducirán a un desenlace cada vez más previsible no son ellos dos precisamente. Los no presentes pero igualmente importantes o más, si cabe, son los hijos varones de ambos matrimonios, tres en total, uno de ellos adoptado y de procedencia africana.


Para entender el diálogo que tendrá lugar más adelante, así como el rol que cada uno desempeña en el grupo, el autor debe remontarse al pasado, tanto lejano como próximo. Gracias a ello, contamos con varios planos narrativos que van modificando, muy poco a poco, la primera impresión que se nos ofrece de los personajes en cuestión. Esto suele ocurrir cuando el narrador es uno de ellos pues su opinión personal despista al lector hasta que, por fin, adquiere perspectiva y se orienta. En este caso, quien nos traslada su punto de vista es Paul, el hermano pequeño, el segundón, digamos, en todos los sentidos. En esa larguísima introducción –tanto que, en mi opinión descompensa bastante la novela y ralentiza el ritmo narrativo– donde se presenta a los personajes y se describe el ambiente con tal derroche de detalles que acaba resultando tediosa, Paul nos muestra a un Serge superficial, snob, pagado de sí mismo y, sobre todo, ambicioso, un Serge que solo parece tener un objetivo: ganar las elecciones a toda costa, un objetivo que, a todas luces, está a punto de alcanzar y con el que su hermano no parece estar muy de acuerdo. Quizá porque se trata de un individuo que no es más que fachada, con un interior hueco, poco inteligente y sin ninguna cualidad destacable. Esto puede ser así o tratarse de una opinión poco fiable. Lo sabremos cuando conozcamos mejor a nuestro confidente, y esto ocurrirá según va avanzando la velada pero también cuando se añadan más detalles de su vida y, de paso, de la de todos, hijos incluidos.


La narración va remontando, adquiriendo interés según se van añadiendo circunstancias pasadas y se van perfilando los caracteres. El dilema ético va adquiriendo dimensiones insospechadas, vamos comprendiendo la complejidad del planteamiento según se van añadiendo facetas y el interés del lector va en aumento ya que lo que está en juego es mucho más que un cargo político. No cabe duda de que el factor intriga tiene su importancia, pero más interesante aún, a mi juicio, resulta el grado de empatía de cada individuo, su dimensión moral, o dicho más claramente, hasta qué punto estamos contemplando a psicópatas de la peor calaña, cuál de ellos se salva de este calificativo y a cuales se les puede aplicar en grado máximo. Perseguir una finalidad es muy loable siempre que en el camino no derribemos a todo el que se ponga por delante. Cuando esto sucede y a ello se añade una ideología racista y clasista en grado superlativo siempre va a perder el más débil, el que tiene valores humanos y conciencia. 


Sin embargo, y aunque esto se deja muy claro, la trama no acaba de anudarse del todo, quedan flecos, las últimas decisiones resultan ambiguas. Me pregunto si se debe a un propósito consciente por parte del autor, que ha decidido dejar en la sombra comportamientos demasiado aberrantes, o a simples ganas de apresurar el desenlace y cerrar la novela de una vez. 


TÍTULO ORIGINAL: HET DINER - PRIMERA EDICIÓN: 2010 - EDITORIAL ESPAÑOLA: SALAMANDRA - TRADUCCIÓN:  MARTA ARGUILÉ BERNAL - PÁGINAS: 288

Comentarios