Kim Ji-young, nacida en 1982, de Cho Nam-joo
Las obras
orientales siempre nos sorprenden de un modo y otro. Esta novela, si queremos
llamarla así, podría haberse convertido en un panfleto intragable, ya que,
ciertamente, sostiene una tesis y trata de demostrarla. Con éxito, a mi juicio.
Pues la autora, hábilmente, nos cuenta una historia, retrata unos personajes y
caracteriza un contexto haciendo, de esa forma, entrar al lector en situación y
presentándole los hechos de cerca. Unos hechos que vienen a ser la vida de una
mujer llamada Kim Ji-young, tal como leemos en el título. Y narrando esta vida
que, por cierto, se parece mucho a las vidas de otras muchas mujeres sea cual
sea la parte del mundo en que vivan, simplemente enfocando su realidad sin
disimular nada ni distraer mirando a otro lado, cualquiera (que viva en este mundo y no
esté ciego, y no me refiero a la vista) puede percibir, por una parte la
veracidad de lo que se muestra y por otra todos y cada uno de los hándicaps,
las cortapisas, los prejuicios los reproches infundados que jalonan la
existencia de cualquier mujer que aspire a algo más que quedarse en casa y
dejar que la mantengan. Desde luego, quedarse en casa es mucho más cómodo,
asfixiante, eso sí, exento de libertad económica y gratificaciones, también,
pero a la que trabaja se le pide un currículum académico que a un ama de casa no le es necesario, se le exige igualmente, sea cual sea su horario, que se encargue de
las tareas domésticas, maternidad incluida, se le ponen todo tipo de cortapisas
para desarrollarse laboralmente, se le escatima un sueldo ajustado a su
categoría profesional y, en muchos casos, se le acaba encerrando igual entre
las cuatro paredes del hogar, una vez se comprueba que el cuidado de los hijos
es incompatible con el trabajo siempre y cuando, y aquí está el truco, lo
desarrolle una sola persona. Es decir, cuando el papá se lava las manos una
mujer no puede llegar a todo por mucho que se esfuerce, no tiene super-poderes,
aunque a veces lo parezca, ya que hace verdaderos equilibrios para no perder su independencia ni embrutecerse con la rutina diaria. Equilibrios que
sufre estoicamente y que acaban deteriorando su salud, sin que sea muy consciente de ello la mayor parte de las veces y, desde luego sin que se
percate nunca de ello su entorno.
A veces, un retrato
bien enfocado refleja mucho mejor al modelo que la vida real, con sus detalles
anecdóticos y sus sesgos aprendidos desde siempre. Por eso, quienes no son capaces
de ver lo que estoy señalando comprenderían fácilmente lo que quiero decir solo
con leer la historia de Kim Ji-young, algo que, como todos sabemos, no van a
hacer nunca. Supongo que ese, al menos en parte, sería el propósito de Cho
Nam-joo al escribirla, y sale airosa del intento pues es capaz de iluminar cada
una de las facetas que convierten la condición femenina en una aventura
frustrante.
Pero entremos de
una vez en esas páginas, sorprendentes por la forma de narrar –mostrando cada
detalle de interés, argumentando, como si de un ensayo se tratase, simplemente
a través de los hechos– pero tan habituales en cuanto a contenido que el lector
puede ver, como a través de un cristal, la realidad que vive cada día sea cual
sea su lugar de residencia. Pues esto, como es obvio, no sucede solo en Corea.
El relato comienza en 2015, cuando la protagonista, casada y madre de una niña,
comienza a presentar unos extraños síntomas que transforman su personalidad
esporádicamente, de forma involuntaria pero respondiendo a las circunstancias
del entorno y, en general, mostrando una actitud crítica que ella no podría
permitirse pero sí los personajes cuya personalidad asume de forma
circunstancial.
A partir de esas
escenas insólitas, la autora se remonta al pasado, y lo hace en capítulos
sucesivos señalando a qué año corresponden. Nos enteramos así de las
circunstancias familiares, principalmente de las mujeres que la precedieron,
también recorre su infancia y primera juventud, conocemos sus esfuerzos por
labrarse un porvenir a pesar de las dificultades económicas. Atravesamos con
ella todos y cada uno de los escollos que va encontrando a su paso y constatamos,
repito, que ninguno de ellos nos resulta inverosímil, al contrario, todo lo
que le pasa a Kim le pasa a cualquier mujer con sus aspiraciones que desee vivir en pareja. Y ahí aparece la auténtica estafa, en países de ese entorno
quizá aún más que en los nuestros, o de forma más evidente, aunque si lo
piensan no hay tanta diferencia. Se convence a las mujeres para que se hagan
cargo del hogar “Yo te ayudo, no te preocupes”. Mentira. Asumimos esa primera
barrera. Pero hay que recortar el horario, o buscar un trabajo que no suponga
un gran reto (de menor nivel y con salarios más bajos, naturalmente). “Pero
¿cómo no vamos a tener hijos ahora que somos jóvenes? No te preocupes, yo
también me haré cargo”. Otra vez. Lo dicen sin inmutarse, cuando la mayoría no
piensan mover un dedo. Y ellas siguen cayendo en la trampa. ¿Que esto no
pasa siempre? Con más o menos variaciones, la mayor parte de las veces. Ayudar
no es compartir y la carga mental siempre, siempre es de las mismas. ¿Qué algo está
cambando? Tan lentamente que apenas se nota, y siempre con la amenaza de un retroceso
que, si se produce, será mucho más brusco que esos tímidos avances casi
imperceptibles.
Pero este resumen es mucho más aburrido que acompañar a nuestro personaje en sus peripecias. Mejor lean lo que le sucede a ella, y si no han tenido la experiencia, miren lo que les rodea y lo verán con otros ojos. ¿Hablamos de Kim Ji.young? Pues esperen, que hay más, la habilidad de la autora no se agota en ella. Muy ladinamente, Cho nos obliga a acompañarla al psicólogo, es la única forma de librarse de esos síntomas indeseables y enojosos para todo el mundo. Un psicólogo comprensivo, que la entiende y ayuda. Sí, de acuerdo, pero hasta cierto punto. Y aquí vemos a la escritora saliéndonos al paso y riéndose a carcajadas de nuestra ingenuidad. ¿Creíamos que todo estaba resuelto? Unas cuantas sesiones, quizá durante años y, al menos, irán remitiendo esos desagradables episodios. Y es que los terapeutas también han nacido en ese ambiente, se han criado en el mismo caldo de cultivo, son presa de idénticos prejuicios. ¿Entonces? Que cuente, que cuente ese señor lo que sucede en su propia casa y cómo actúa con las trabajadoras de su clínica que van a ser madres. Ese es el problema, como Cho sabe perfectamente, que mires adónde mires siempre pasa igual. Pero hemos nacido con ello y lo vemos a diario, por eso no nos damos ni cuenta, hasta a las mujeres les parece más normal de lo que debería parecerles por lógica. ¿Pregúntenle a un pez qué es el agua? Si hablara contestaría que no la ha visto nunca. Naturalmente, ¿cómo la va a ver?
La novela fue llevada al cine en el país donde nació su autora tres años después de ser publicada. Parece ser que tuvo gran influencia en la evolución del feminismo asiático. Lo malo es que la toma de conciencia se queda en el movimiento feminista y, por desgracia, a duras penas sale de ahí.
TÍTULO ORIGINAL: PALSIP YI NYEON SAENG KIM JIYEONG - PRIMERA EDICIÓN 2016 - EN ESPAÑA: 2019 -EDITORIAL ESPAÑOLA: ALFAGUARA - TRADUCCIÓN: JOO HASUN - PÁGINAS 160
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