Los libros de Jacob, de Olga Tokarczuk
¿Habrá alguien capaz de resumir la Biblia en, más o menos, folio y medio? Se puede intentar, pero quien lo lea no encontrará ni un pálido reflejo de lo que ese conjunto de libros cuenta de un largo período de la historia, mentalidad, creencias, cultura, mitos, personajes... Sería como tapar el sol con un dedo, ¿no les parece? En esta colosal novela - ¿o deberíamos llamarla epopeya -, considerada su obra magna, la nobel polaca nos pasea por un extenso territorio europeo a lo largo de un siglo, más o menos, desde mediados del XVIII hasta bien entrado el XIX. El personaje central es Jacob Frank, líder de una corriente que, con una mezcla de convicción sincera y de deseos de situarse social y económicamente por encima de sus correligionarios, abjuró del judaísmo y se convirtió a un cristianismo, no del todo ortodoxo. A mí, según lo leído, me parece más bien una síntesis de ambas creencias, aunque, claro, esa es la interpretación de Tokarczuk, no tengo más datos del personaje y sus seguidores que lo que ella cuenta en la novela. Al principio el protagonista se presenta como un hombre humilde, un simplón, sin ambiciones de ningún tipo, que solo busca la salvación a través de la auténtica verdad revelada. Poco a poco, en su larga travesía por lugares y épocas, y con la ayuda de un obispo y una dama de la alta sociedad entre otros, y gracias a las buenos oficios de algunos correligionarios con influencia en las alturas, consigue convertirse en una especie de caudillo, tan acaudalado como poderoso, que se pasea con su corte de un lado a otro según el viento le sea favorable, posee un ejército, propiedades, y una enorme fortuna, así como recaudadores que se encargan de aumentarla y una multitud de seguidores que no deja de incrementarse con el tiempo. En esta etapa le acompaña su hija mayor, ya adulta, Ewa, que será su sucesora tras su muerte.
Pero me estoy adelantando. En el transcurso de los siete libros que componen el texto (De la Niebla, de la Arena, del Camino, del Cometa, del Metal y del Azufre, del País Remoto y de los Nombres) se narra la trabajosa gestación de una doctrina nunca muy bien definida y que se transforma paulatinamente, la búsqueda del elegido por parte de los primeros ideólogos, elección que recae en el protagonista, la formación de los primeros grupos, la inclusión de nuevos adeptos, ritos, ceremonias... Aunque rechazan la Torá, creen que Jesús es el auténtico Mesías, (pero también aceptan a otros, que aparecieron más tarde, y el propio Jacob se sitúa entre profeta y divinidad) y practican un nomadismo que les acerca a sus raíces. No sé hasta que punto todo lo que se describe está bien documentado, los mitos y bulos que circulan desde entonces sobre ellos han sido recogidos por la autora y a esto se añade su propia fantasía. Me consta que gran parte de esas costumbres y rituales no podían contar con la aprobación de la jerarquía eclesiástica, pero existía -siempre según la novela - un hermetismo tan absoluto que resultaba imposible conocerlos sin formar parte del movimiento.
El judaísmo, naturalmente, reniega de ellos desde el, principio. Pero la iglesia católica se encuentra dividida, siempre hubo una parte de ella con serias dudas sobre la inclusión de la nueva doctrina en su seno, es decir, no acaban de fiarse. Así que, cuando Jacob ha conseguido cierto éxito, se le detiene por sospechas de heterodoxia y tiene lugar un largo juicio en el que se solicita testimonio de los principales jerarcas, es traicionado por algunos y recluido durante trece años en Xzestokhova. Aunque no le faltan visitantes y con el tiempo y los sobornos consigue bastantes privilegios y adquiere una libertad relativa. En 1772, los invasores rusos lo liberan y se dirige a Brunn (Moravia).
Tras los bautismos masivos, sus seguidores cambian de nombre y adoptan los de origen cristiano. El lector ya estaba perdido con tanto personaje, parentesco, generaciones que suceden a otras y nuevas incorporaciones, así que no importa demasiado que, de repente, todos se llamen de otra forma. Es cierto que la autora suele referirse a cada uno por ambos nombres, pero, como digo, ni siquiera los conocíamos a todos, solo a los más importantes, de los demás sabemos sus afinidades o algún detalle y con eso nos basta.
"[Asher] Está seguro de que el rabino querría que el Mesías fuese un rey ataviado con armadura de oro que entrara en Jerusalén a lomos de un corcel blanco, quizá también con sus huestes, guerreros que junto con él se harían con el poder y fijarían el orden definitivo de todas las cosas."
El elemento sobrenatural está muy presente. Por ejemplo en la persona de Chaja, hija mayor de Elisha Shor, respetado comerciante y uno de los personajes que introducen el relato junto al cura Chmielowski, personaje real y autor de la Nueva Atenas, tal como se cuenta. Esta mujer enferma a menudo y sus dolencias son profecías. Ella y su familia, junto a otros personajes, serán el germen de la nueva doctrina.
"... en la familia de los Shor, los hombres hacen negocios y las mujeres profetizan. Una de cada dos es un oráculo." "Cuando profetiza, Chaja entra en trance, juega entonces con pequeñas figuritas de pan o de arcilla que mueve en un tablero pintado por ella misma. Solo entonces predice el futuro."
Al arrancar la novela, uno de los hijos de Shor se casa, y a esa colmena que es la vivienda familiar acuden parientes de todas partes, entre ellos una anciana perfectamente sana al iniciar al camino, que debido a las incomodidades del viaje enferma y se teme por su vida. Es un fastidio que un fallecimiento ensombrezca la ceremonia y, desde luego, no tienen intención de posponerla, pero Yenta nunca muere del todo. Tras la boda la trasladan a una cueva donde permanece en un estado intermedio y es capaz de viajar por tiempo y espacio observándolo todo sin ser vista. Además de actuar como elemento sobrenatural, otro más, que nos advierte del carácter no realista del texto, ejerce como recurso narrativo, un pretexto para unir épocas y territorios mostrándonos la vida y movimientos de tanto personaje, territorios, viviendas, vida cotidiana y acontecimientos de toda clase.
Además de lo económico y lo religioso, Frank y su hija tuvieron también cierta influencia política. Mientras vivían en Viena se relacionaron con la emperatriz María Teresa y su hijo José II. Años más tarde, y una vez perdido el favor de la realeza, vivirán en Rusia como protegidos de los Romanov.
La autora ha realizado una exhaustiva labor de documentación pues los hechos en que se basa son reales, pero no se limita a constatarlos, con esos mimbres construye un gran fresco que recuerda a las escenas que decoraban las cúpulas renacentistas. La variedad de personajes y situaciones, los saltos temporales -a veces no explícitos, pero que podemos contextualizar por las continuas pistas que vamos encontrando- la riqueza descriptiva y la abundancia de datos sobre la forma de vida, mentalidad y creencias pueden abrumarnos si no nos lo tomamos con calma. Repito, no hay que empeñarse en recordar nombres ni parentescos, ni siquiera lugares, porque el trasiego es constante y las fronteras ni siquiera son las de entonces. Estas, por cierto, cambiaban continuamente, así como los topónimos. Por ejemplo, Jacob nació en territorio polaco pero hoy día este pertenece a Ucrania. Háganse pues a la idea, de que estamos ante una sociedad cambiante, en un clima político inestable y un hervidero de sectas y doctrinas más o menos ortodoxas, cuyos miembros solo tienen en común una cosa: su búsqueda de la salvación eterna. Y si esto sucede después de una vida próspera, mucho mejor.
TÍTULO ORIGINAL: KSIĘGI JAKUBOWE - PUBLICADA EN 2014 - EN ESPAÑA: 2023 - EDITORIAL ESPAÑOLA: ANAGRAMA - TRADUCCIÓN: AGATA ORZESZEK SUJAK, ERNEST RUBIO - PÁGINAS: 1072
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