TEXTOS: Adicción a la escritura

(…) En la vida hay que ser adicto a algo, al trabajo, al sexo, al chocolate, a la papiroflexia, a los muñecos de play-mobil, si no ¡qué mierda de vida es!
 
La adicción a la escritura no tiene rehabilitación posible, prestigiosos expertos confirman que no hay remedio para desorden tal. Pero no perdamos la perspectiva, lo que define a estos hombres (¿no hay ninguna mujer alcohólica o drogadicta entre las escritoras?) es su adicción a la escritura, no la adicción al alcohol o las drogas. Hay escritores que ya en el seno materno son conscientes de su destino de escritor, otros en cambio, solo poco antes de recibir los santos óleos reciben el impulso irrefrenable de ponerse a la tarea, pero en líneas generales, sucede más como fenómeno imitativo, al modo en que los niños imitan a los padres. Si el autor vive en un ambiente propicio, más temprano que tarde cogerá la pluma, aunque no todos tienen porque (sic) ser hijos de novelistas o poetas. Ciertamente escasean los escritores que no sean a la vez lectores compulsivos. Encontramos, por tanto, un hábitat favorable y el interés por la lectura como elementos comunes en el adicto a la escritura.

Marc Chagall . El violinista (1912-1913)

Antes de empezar a escribir hay que guardar la ropa, y bajo ninguna circunstancia violar estas dos premisas: 1. Si uno se enamora no debe escribir sobre el hecho; 2. La segunda línea roja es pensar que se está en posesión de una verdad trascendental y que esta hay que darla a conocer a la humanidad sin demora. Si es así, quizá debiéramos consultar mejor al psiquiatra. Dicho lo cual, el escritor escribe porque no puede dejar de hacerlo, (como todo proceso adictivo), la escritura se convierte en la papelina que calma el síndrome de abstinencia. Me confirma un compositor que la composición representa su situación vital menos dolorosa.
 
El escritor rara vez tiene un plan general de la obra, y aunque pueda ser consciente de su valía, es decir, de su destreza técnica, no está en posesión de la fórmula del éxito.  Escribir es un oficio duro (hay quienes opinan que los escritores son vagos profesionales). La escritura creativa, a  diferencia de otras disciplinas artísticas, no se enseña en ninguna facultad de Bellas Letras.  (…) El orador rara vez es un buen escritor, la expresión oral no garantiza un buen estilo. Del pensador, deseamos claridad en su ideas, que deben estar expresadas de forma racional y unívoca. Del literato, abrir puertas que no estaban abiertas, puertas que ni siquiera sabíamos que existían, ocultas en la mediocridad del día a día.
Poesía o trato ( Tercera parte: Memorabilia – Cap. 36 (Adicción a la escritura) Pgs. 183-185 – Francisco Pérez Erraquín – Ed. Círculo Rojo, 2013

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