TEXTOS: Lo nuevo y Cabrera Infante (I)
A
primera vista puede resultar sorprendente, por no decir extrañísimo, encontrar
una página en negro en una novela ambientada en la Habana de Batista, pero eso
es lo que hace Guillermo Cabrera Infante en Tres
tristes tigres y nos deja con tres palmos de narices, porque además de
tener sentido, que lo tiene, hace un
guiño a la literatura experimental y de vanguardia del boom latinoamericano, boom al
que no le hacía ni pizca de gracia que lo emparentaran, pero si te topas esa misma
página en negro en una novela del XVIII escrita por un sacerdote de la iglesia
anglicana (nos referimos claro está a Laurence Sterne y su Tristam Sandy) entonces tus peores temores se han cumplido: date
por jodido, hagas lo que hagas, no albergues la más mínima duda, alguien en un
remoto país (quizás no tan lejos como piensas) ya lo habrá hecho. Desengáñate, nihil novum sub sole (Eclesiastes 1:9),
la originalidad ciertamente existe, pero en otro planeta de otra galaxia de
otro universo, en esta Tierra que te tocó vivir desde que los griegos
inventaron la filosofía y los trovadores la poesía lírica todo está inventado,
y si no, por qué a ese le gusta la misma mujer que a ti, tiene tus mismos
gustos y se emociona con la misma música, desengáñate, alguien te lo tenía que decir, tu hijo es de ese, no tuyo.
(…)
Cabrera
Infante escribe su novela, a la que llamaremos TTT siguiendo su recomendación, para darse gusto y darnos gusto a
los ciudadanos libres de buena voluntad, pero sobre todo para dar un gran disgusto
al Comandante Castro. La página en negro es la metáfora del black-out que el
protagonista sufre cayendo fulminado por el desconocido que se le aparece tras
la puerta a la que ha llamado, sin mediar palabra, sin tiempo más que para…
caer fulminado. Escena sorpresiva al modo en el que Hitchcock mata a Janet
Leigh en los títulos de crédito de Psicosis. Sólo al final de la novela la
escena adquiere su verdadero significado. En las páginas finales y en una
vuelta de tuerca más del gran socarrón Cabrera Infante, este nos desvela que la
pistola no mató a nadie, era de fogueo, aunque nosotros así lo creímos, vaya si
lo creímos, hasta el protagonista se creyó muerto cayendo de bruces. Paradojas
de lo que es, y lo que parece, o cómo enseñar la patita por debajo de la puerta
un poquito de más o un poquito de menos.
Poesía
o trato ( Tercera parte: Homenajes
(con algún sacrilegio) – Cap. 23 (Fundido
en negro) Pgs. 113-115 – Francisco Pérez Erraquín – Ed. Círculo Rojo, 2013
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