La información del silencio. Cómo se miente contando hechos verdaderos, de Alex Grijelmo



Urgía ya que alguien se embarcase en un trabajo como este. Y, aunque utilizo el pasado, pienso que todavía urge pues, sin negar lo meritorio del esfuerzo, considero que el autor se ha perdido en el bosque de sus –interesantes, completísimas y, hasta cierto punto, innovadoras– investigaciones sobre aquello que se calla en los mensajes dirigidos a un público amplio. Opino que todavía está por escribir un ensayo muy parecido a este que, partiendo de las mismas premisas, con idéntica intención, y, naturalmente, escrito por el propio Grijelmo, abandone el actual formato –académico y redundante hasta el agotamiento– e indague en sus aspectos prácticos con mayor intensidad. Porque, tras más de 500 páginas en las que se nos ilustra sobre la capacidad informativa –y manipulativa– del silencio, y otros contenidos teóricos, con una minuciosidad tal que acabamos memorizando cada premisa, definición o argumento, se echa de menos una atención mayor a sus consecuencias, a saber, la trascendencia social de su incumplimiento en todos los ámbitos, no solo el periodístico sino del resto de mass media y también del literario, el jurídico y otros. Tampoco vendría mal especular un poco sobre los procedimientos con que contamos para atajar una manipulación cuyo alcance, como sabemos, es enorme dentro del bombardeo informativo que recibimos a diario.

Partiendo del principio de cooperación que deben asumir los hablantes para poder comunicarse eficazmente, cumpliendo las máximas de Grice –cantidad (no hay que omitir nada importante), veracidad, claridad y relevancia–. Grijelmo plantea algo que, teniendo en cuenta el papel que la información/desinformación de los canales comunicativos juega en nuestras vidas, debería ser obvio, a saber: que aquello que nuestro cerebro recibe de un mensaje es la suma de lo que se dice más lo que se calla. Por tanto, el silencio está cargado de información, la mayor parte de las veces intencionada; en consecuencia, nos vemos sometidos a una insidia manipulativa que no estaría de más, de una vez por todas, analizar con detenimiento.

Ese parece ser el propósito de esta obra, que alcanza su objetivo con las salvedades que expongo más arriba. Porque el límite de tanta meticulosidad teórica –pronto convertida en repetición gratuita y tediosa– se hace eterno y, por el contrario, su implicación en la vida cotidiana que, considero, debería ser el meollo de la obra, queda reducida a un simple esbozo. Por tanto, y pese a ser un hecho irrelevante, confesaré que no he podido disfrutar como esperaba de tanta reflexión inteligente.

Entre todas ellas, tomo nota de los procedimientos que se utilizan para producir esos silencios deliberados, que se traducen en: insinuación, ironía, metáfora, eufemismo, doble sentido, connotación, sobreentendido y vaguedad. Mediante su manejo interesado no es difícil insertar contenidos implícitos que, sin embargo, se grabarán en la mente del lector involuntaria y automáticamente. Los mensajes se transmiten, además, en un ambiente determinado, en un contexto cultural e ideológico, en un clima de opinión concreto, tras unos sucesos conocidos, y quien lo emite o el medio en que aparece se encuentra marcado de alguna forma, todo ello condiciona radicalmente a un receptor que cuenta, además, con sus propios prejuicios, al menos en un primer momento, que deduzca más tarde su grado de veracidad o no dependerá de su capacidad crítica. En España, existe una ya larga tradición en el uso de estas técnicas debido a la necesidad de sortear la censura de antaño y que las generaciones actuales han recibido en herencia. Pero esa época quedó atrás, en la actualidad, son los medios quienes se encargan de seleccionar los contenidos que deben preocupar a su público, por su parte, la publicidad cumple su cometido concienzudamente. En relación con esto, Grijelmo, cuya documentación es igualmente exhaustiva, nos ilustra:

“También Federico Mayor Zaragoza ha abordado este problema. En su libro Delito de silencio señala que los medios de comunicación dedican “exagerados espacios” a deportistas y actores, mientras que “noticias de hondo calado” que podrían mover a la reflexión y a que los ciudadanos adoptasen libremente sus decisiones y actitudes “se ocultan, desdibujan o disfrazan.”

Y luego:

“Todo ello conforma una “espiral del silencio” (…) en la que desaparecen aquellas opiniones que no van siendo empujadas por los medios. De ese modo, la opinión pública termina siendo el resultado de una presión ambiental. Y de ese modo también, se produce una cierta represión de la libertad de pensamiento.”

Queda claro, pues, que no hace falta trasladarse a los regímenes totalitarios para toparnos con el uso y abuso de estas prácticas.

Finalmente, a partir de los datos que se incluyen sobre el estado de la legislación española al respecto así como de ejemplos de sentencias emitidas en los últimos años, conocemos las limitaciones de nuestras leyes en lo que se refiere al derecho de rectificación de una noticia lesiva para alguien, así como su nula atención a los efectos del sobreentendido y otras formas de silencio informativo, cuestión que, sin embargo, otras legislaciones sí abordan.

“… un juez sensato y un legislador responsable, opinamos aquí, deberían considerar todos estos efectos de silencio que forman parte de la insinuación, ante la cual el receptor queda indefenso: si se dan las condiciones de contexto adecuadas, no tiene más remedio que entenderla.”

No obstante, concluye:

“… el camino hasta asumir su valor y su peligro aún es largo.”  
PRIMERA EDICIÓN: 2012 – EDITORIAL TAURUS (COLECCIÓN PENSAMIENTO) – PÁGINAS: 544

Comentarios

  1. Me pasó algo parecido con un libro sobre la desigualdad en el mundo y sus culpables. Aunque el tema era muy interesante y, en general, aprendí bastante, creo que el autor se repetía en exceso, y eso merma un poco el resultado final.
    El tema que abarca el libro que traes me parece sumamente interesante, pero no me termina de convencer tantas páginas y el echo de que se repita. Por el momento, me apunto el que se menciona de Federico Mayor Zaragoza.

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  2. Hola Bea
    Pues sí, debió pasarnos algo parecido. A no ser que el libro que mencionas sea Chavs de Owen Jones -también reseñado aquí- pues no repite ni la milésima parte que este.

    Del de Mayor Zaragoza la verdad es que no sé nada. Sobre el de Grijelmo, te diré que también se aprende mucho y merece la pena leerse los primeros capítulos (donde se muestra el enfoque y prácticamente toda la información) y el último o así por los ejemplos periodísticos y judiciales. Sacarlo de la biblioteca es, a mi juicio, lo más recomendable, pero no sé si lo tienen, yo me lo compré.

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    1. ¡Tomo nota!
      El libro al que me refiero es "El precio de la desigualdad", de Stiglitz.

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    2. Gracias. Yo también me apunto el que mencionas.

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