Insomnio, Luis Fernando Chivite
Hace
tiempo que dejaron de impresionarme las alharacas con que las editoriales
españolas publicitan desde las contraportadas sus productos. La mayor parte de
las veces no son más que humo, una especie de ratonera en la que atrapar al
incauto lector. Pero un volumen editado por Acantilado y galardonado con el
Café Gijón me pareció que contaba con avales suficientes y, por tanto, esperaba
algo muy distinto.
Es
cierto que toda valoración se fundamenta en gran parte en el gusto personal.
Pero creo que hay razones objetivas de sobra para justificar el disgusto con
que leí casi toda la novela (si es que puede llamarse así). Aunque las últimas
páginas se me hicieron más llevaderas, probablemente porque es cuando el autor
empieza a sentirse cómodo.
No
es el primer texto artificioso y desconectado de la realidad ni el primer
escritor que se mira el ombligo, pero para hacer algo así y salir airoso hace
falta ser Pessoa, Canetti –a quien se cita, por cierto– o Kertész, por ejemplo.
Su supuesta profundidad, esa voz de barítono con que formula sentencias
lapidarias no me parece atractiva, al contrario. Los personajes no interactúan,
sus andanzas se reducen a una colección de anécdotas, no se logra insuflarles vida, se les mantiene
pegados al papel como a los cromos en un álbum. A veces se diría que su único
objetivo es sorprendernos:
“Un apartamento, asimismo, completamente negro. «Una caja negra», según sus propias palabras: suelo de tarima negra, paredes y techos pintados de negro, alfombras negras, sábanas y cortinas negras. El cuarto de baño completamente negro y también las baldosas de piedra negra, las toallas negras y los marcos negros de las ventanas. Y ya, por supuesto, todo lo demás: las mesas, los platos, los objetos pequeños. Hasta las lámparas tienen pantallas negras. He estado ahí. Estuvimos Ixabel y yo hace un año, y puedo asegurar que, pese a todo, no resulta en absoluto un entorno lúgubre.”
Pero, a estas alturas, cuando ya casi todo está dicho y hemos conocido toda clase de recursos, es difícil sorprender a nadie.
Por
otra parte, es difícil valorar la consistencia psíquica de unas vidas que no
aparecen más que esporádicamente. Este procedimiento recuerda a Bolaño pero le
falta el desparpajo, la ironía y la coherencia que caracterizan a este. Aquí
las diferentes historias carecen de toda relación con un hilo argumental
prácticamente inexistente, más bien parece un truco fácil para que el autor se
ahorre quebraderos de cabeza.
No
obstante, y como decía antes, en la última parte le he encontrado bastante más
lúcido:
“El mal se cuela por las rendijas. Se instala en los pliegues del abrigo. Y nos acostumbramos a llevarlo encima. Y a tenerlo siempre a nuestro lado. Como las moscas. Se posa sobre todas las cosas. Se pasea por nuestro brazo con absoluta confianza. El mal, con sus finas patitas. Nos hace cosquillas. Unas veces lo espantamos con un gesto inconsciente. Otras no. Otras nos distraemos con él.”
PRIMERA
EDICIÓN: 2006 - PREMIO DE NOVELA CAFÉ GIJÓN 2006 - EDITORIAL ACANTILADO
(COLECCIÓN NARRATIVA) – PÁGINAS: 210
Acabo de leer otro galardonado con el Gijón y......no sé, no sé.
ResponderEliminarYo llegué a Insomio tras leer el poemario de Apuntes de un futuro manifiesto y la novela La tapia amarilla de Chivite. A mí sí me gusta su voz, hay algo que siento cercano, y el final, ahí está toda la vida, toda la luz.
ResponderEliminarLo de los premios y contraportadas de las editoriales, puro humo.
Un saludo
Por supuesto que son puro humo, pero unas veces te indignan más que otras.
ResponderEliminarEn cuanto a tu opinión, tengo que leer algo más de él. De momento, me ha parecido soporífero.
Creo que empezaré por los poemas, en la prosa ya le conozco pero como poeta siento curiosidad.
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