Los abismos, de Pilar Quintana

 


El mundo infantil como motivo literario es un arma de doble filo. No cabe duda de que resulta muy atractivo, tanto para el escritor como para sus lectores potenciales. La mayor parte de las veces cuenta con una gran carga autobiográfica que sirve de apoyo narrativo, expulsa viejos fantasmas y alimenta ese apego por lo nostálgico que solemos tener la mayoría. Pero es muy fácil caer en la ñoñería, el victimismo o en una infantilización que puede servir de terapia a quien escribe pero que al lector le tiene sin cuidado.

El hogar, tanto el verdadero como el de paso, descrito como un personaje más de la novela, la naturaleza con lo que conlleva de fascinación y amenaza, los conflictos familiares, el apego filial, el mundo particular de la hija única, los misterios –para ella insondables – que va descubriendo según despierta a la vida… Toda esa magia, que es patrimonio de todos, que recordamos con mayor o menor nitidez y que se pierde cuando nos convertimos en adultos.

Mi lectura pasó por varias fases. Al principio me embarqué en una gran montaña rusa que me trasladó al país de las maravillas de la mano de una niña inteligente que descubre el mundo y lo interpreta de forma convincente y verosímil. Pero la tensión que se crea entre fantasía y realidad, y que nos envuelve en un principio, no se mantiene mucho tiempo, en algún momento la narración se estanca, más tarde gira sobre sí misma, se vuelve reiterativa y va perdiendo ritmo. Quintana emplea un leiv motiv fundamental: el abismo –literal y metafórico– y otros relacionados con él: la muerte, el miedo atroz, las suicidas y la huella que dejan detrás, el peligro, la venganza… que giran y giran, siempre en torno a los mismos hechos, creando un clima perturbador, y hasta asfixiante que, de tanto repetirse, puede acabar aburriendo. No obstante, logra salir del embrollo y descubre, por fin, adónde desea conducirnos. Es entonces cuando la trama da un vuelco y utiliza los elementos antes mencionados para dotar de pleno sentido a la novela.

Personalmente, cortaría todo esa franja central que, en mi opinión, supone un lastre narrativo, convertiría, quizá, la novela en un relato largo, eliminaría reiteraciones, prescindiría de cierto dramatismo que no se entiende del todo, o bien resulta un tanto pueril, para que en esa desnudez se revele todo su potencial.


PUBLICACIÓN: 2021 (PREMIO ALFAGUARA DE NOVELA 2021) - EDITORIAL: ALFAGUARA - PÁGINAS: 256

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