El fuego y las cenizas, de Jorge Ordaz



"El fuego siempre deja cenizas. En los rescoldos de una Manila arrasada había vivos y muertos, ganadores y perdedores. Pero sobre todo, sombras.”

Esta podría ser la frase que condensa lo narrado en esta novela de ambiente bélico y, en definitiva, la conclusión que puede extraerse de cualquier conflicto. El que nos ocupa muestra aquí apasionantes momentos, una panorámica general en la que se intuye una intensa labor de documentación, así como una breve ojeada a un puñado de vidas más o menos anónimas que no pasa de ahí, pues la atención del autor se encuentra centrada casi por completo en lo real.

Los comienzos son algo dubitativos y progresivamente va cogiendo las riendas. Lo mismo ocurre con los personajes, cuya naturaleza algo desdibujada impide que el lector siga su trayectoria fácilmente. También ellos se afianzan según pasan las páginas, pero su papel sigue siendo funcional, el de meros auxiliares de la progresión histórica con poca entidad por sí mismos. Carecen de pasado y de futuro propios, incluso de presente al margen de las circunstancias del país y de las incidencias de la Guerra Mundial. En realidad (y esto no es censurable, pero hay unas cuantas figuras verdaderamente atractivas y se echa de menos conocerlas más a fondo) podría decirse que se han reducido a símbolos: el espía, la confidente, la víctima, el matón a sueldo, el agente doble, el héroe, el fanático, el ejército que arrasa, los militares que defienden su posición a duras penas, la superviviente. Como es de suponer, esto no es así de simple, algunos asumen varios de estos papeles y otros son compartidos por más de uno, pero lo que no puede negarse es que el rol protagonista se le ha concedido a la Historia.

Aunque podríamos calificarla de novela coral, hay un personaje que destaca entre todos y al que se puede otorgar la función protagónica. Se trata de José Alfonso Ximénez de Gardoqui, falangista español, especialista en hacer y deshacer a la sombra, escurridizo y versátil como pocos, que trabaja ardua y astutamente para que la invasión e infiltración japonesa en Filipinas se remate con éxito. De su mano y la de otros asistimos a los acontecimientos que se produjeron en Manila durante la Segunda Guerra. Se examina, por ejemplo, la dominación estadounidense, el papel de España y de la comunidad española en la ciudad, la invasión japonesa, y los altibajos en la suerte de sus habitantes a merced de los giros de la contienda.

Con un estilo sobrio y correcto y una concisa recreación de ambientes, la trama implica intensamente al lector pero acaba sabiendo, no a poco, a poquísimo. Esto, que en su justa medida puede ser un buen síntoma, en este caso significa, en mi opinión, que el autor se ha excedido en parquedad.


PRIMERA EDICIÓN: 2011 - EDITORIAL PEZ DE PLATA - PAGS: 222 - ILUSTRACIONES: ENRIQUE ORIA

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