TEXTOS: Fragmentos de Los cuadernos de un vate vago, de Gonzalo Torrente Ballester
Fecha
incierta, 1967 (entre octubre y noviembre)
… La clave de esta novela, que tengo vagamente pensada y que estos días parece que se impone con más fuerza que Campana y Piedra, está en las relaciones de los dos tipos que viven a cada lado del tajo y que hasta ahora eran dos figuras más o menos fantasmales. Y la clave de estas relaciones es que el tipo B. le dice al poeta que A. no existe. Existió y desapareció, y que entonces él, o sea B., ha seguido viviendo como si A. no existiera, y que todos los habitantes del pueblo le acompañan en esa ficción, y cita algunos casos de respuesta colectiva que caracterizan o han caracterizado al pueblo, por ejemplo, aquella anécdota de Victoriano Taibo en Orense: “Vaite.” A. no existe. A. era mi amigo, me traicionó y desapareció, marchó por la mar. Entonces, todos hacemos como si existiese. No se extrañe usted, por ejemplo, de que figure en la nómina del Instituto, porque esa clase de ficciones administrativas existe y ha existido siempre. En España, como se sabe, los muertos votan, los muertos cobran sueldos, etc., etc. Es decir, B. desarrolla esto. A. le dice al poeta: “Ya le habrán dicho que yo no existo. Yo no puedo demostrar que existo. Nadie puede demostrar que existe. Pero yo existo porque me siento. Ahora bien: yo aprovecho esta situación, no sólo para hacer lo que me dé la gana, sino para ser cómo me dé la gana. Ustedes, los que viven en la realidad, están obligados, no a un comportamiento, sino a un modo de ser limitado por la concepción realista de los demás. Mi especial posición me permite escaparme a las imposiciones de la realidad. Yo no estoy limitado por un carácter, mi conducta es libérrima y absolutamente impensada”, y ésta justamente es la base de su afirmación de las personalidades múltiples.
Otro elemento que tiene
que ver con esta ficción es que el catedrático de Física le dice al poeta: “No
crea usted. Todo eso es una tomadura de pelo, una tomadura de pelo tramada por
el pueblo contra nosotros, los de fuera”, y, entonces, este catedrático de
Física organiza una reunión de todos los forasteros, que son precisamente las
fuerzas vivas de la ciudad. Está el Vista de Aduanas, está el Delegado de
Hacienda, está el Jefe de Obras Públicas, y de tapadillo está el Gobernador
Civil. Y entonces organiza una sociedad cuya finalidad es demostrar que A. es un
ser real. Se me ha ocurrido también que a este pueblo puedo atribuirle algunas
de las características de Orense, por ejemplo, la existencia de trescientos ochenta
y cinco poetas. “Ser poeta en este pueblo, querido amigo, es muy corriente.” E
incluso podemos organizar una gran fantasía para que los poetas del pueblo
reciban a este personaje Catedrático de Francés. Puede ser una comida, puede
ser una especie de Tenida Masónica. (…) Y el final de la novela es precisamente
éste: A. habla con B. por medio del W.T. y hace la gran escena, y después
desciende por el tajo hasta la barca que está al pie de la escalera. Allí se
ilumina, aparece vestido de almirante del siglo XIX, y antes de apagar la luz,
da un corte de mangas, y entonces se ve a la luz de la luna cómo la barquilla
se desliza por las aguas de plata del río Baralla. Lo que yo no sé… que en todas estas fantasías
hay unas mujeres que son una tremenda afirmación de la realidad. Una de ellas
es la chica esta; otra es la mujer de B., tipo que hasta ahora no se me había
ocurrido, que es una mujer silenciosa y eficaz, una mujer que está
constantemente presente de una manera distinta de la palabra… Entre la gente
del pueblo, ¿qué otra mujer hace falta? Tiene que haber otra mujer por ahí que
nos interese…
(…)
Esto de la técnica
realista es aplicable sobre todo a las descripciones, pero he de hacer algo de
lo que ya hice en Don Juan, pero todavía
no tengo en claro cuál ha de ser la técnica, ni siquiera la tónica general de
la novela. Yo creo que convendría eliminar todo elemento cómico, y convendría
eliminar toda palabra deformadora, es decir, renunciar de una vez a lo que he
usado, y de lo que he abusado en esta novela que está ahora en la imprenta o a
punto de entrar en ella, que considero una novela desgraciada. Es decir,
entramos en un mundo fantástico, con una máquina fotográfica y con un
magnetófono en las manos, que es la forma más eficaz de apoderarse de lo que
hay en este mundo de irrealidad. Sobre todo, esto, el cuidado máximo en el uso
de las palabras. Ni una sola palabra que se interponga entre la visión directa
de las cosas… es decir, con esa fuerza y esa solidez con que los canteros de la
época románica labraban sus monstruos, quizá con ese mismo sentido. Yo no sé si
esto que estoy diciendo anuncia de alguna manera una posibilidad humana, una
posibilidad estética, una posibilidad imaginativa. Yo creo que sí.
Gonzalo Torrente Ballester - “Los cuadernos de un vate vago” (Grabaciones magnetofónicas
realizadas entre 1961 y 1976). Pgs. 94-97
Plaza y Janés, Barcelona, 1982
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