TEXTOS: Por qué Antígona y no Medea (III)




Por Merce Riús – Revista Claves de Razón Práctica nº 224 – Septiembre/Octubre 2012

En lo mismo estriba, al parecer, la admiración de Cacciari por Weil. Ella, que tanto ponderó el "escándalo" del lógos álogos, supo, por otro lado, reflexionar como nadie (excepto tal vez Benjamín) sobre lo sagrado y la violencia; en particular, la de los héroes atrapados entre su humanidad y los designios divinos. Pues bien, ante la imposibilidad de ignorar los desmanes del siglo XX, ¿había mejor acusación que la basada en la enormidad de los crímenes, pero también en la de la misión que a los hombres se deparaba? Zambrano aportó a ello su granito de arena, mediante la interpelación de Antígona al espectro paterno: "Ah, ¿entonces eres un dios?, más pareces un hombre, ¿eres un hombre? ¿Eres tú, tú, el hombre?". Y para entrever otro motivo del presente artículo basta con escuchar las palabras de Antígona dirigidas a Yocasta:
 
Y ¿es que hay alguna Madre pura del todo, alguna mujer pura del todo  que sea madre? Tú sabes que no. Esa pureza de la Madre es el sueño del hijo. Y el hijo, a fuerza de amar su oscuro misterio, la lava. Y ella se va purificando con tierra, pues que de la tierra es y a ella se parece?2
Mientras que Antígona redime a sus padres, Medea, que ya no está en condiciones de redimir a nadie, impide además que sus hijos "la laven", puesto que los asesina. Ya no está en condiciones por haber perdido su virginidad. Y, para colmo, ha transgredido el principio que Beauvoir reprocha a la Fenomenología del Espíritu: "En el hogar del reino erótico [Hegel dice "ético"], no se trata de este marido, sino de un marido en general, de hijos en general". Verdad para Antígona, que habla en esos términos de su malogrado futuro. Medea, en cambio, ha elegido a Jasón como su propio padre. Después, en el famoso lamento inicial por las desdichas de la condición femenina, execra la reclusión en el oîkos. Si, para Aristóteles, el hogar familiar halla su razón de ser (télos) en la ciudad, entonces Medea la bárbara es contrapolítica. No puedo calificarla de antipolítica, ni en el sentido vulgar(el insulto hoy dirigido contra los movimientos populistas y populares, ni en el filosófico de Arendt, que aplicaba ese adjetivo al amor. Una Medea antipolítica no se vengaría en sus hijos; el amor maternal prevalece contra toda consideración. Pero la infanticida ataca al orden político en su centro neurálgico: la patria potestad -que no "matria"-, dicho según los latinos; aún si ella no lo sabe ("lo trágico exige un momento de culpabilidad que no sea conscientemente subjetiva"). Antígona nunca desearía algo así. Por esto Creonte, aunque no pueda ceder, puede entenderla. A Medea nadie la comprenderá jamás.
 
Adriana Cavarero la acusa de "horrorismo" porque su infanticidio "pretende la destrucción del inerme", con el agravante de que, al haberlo engendrado, se relaciona con él a través de la "cura". Pero si el sentido del acto criminal reside en lo político (no había mujeres "parricidas" ni estaba criminalizada la exposición paterna de un recién nacido), ¿a qué viene un infanticidio de orden biológico? Puede ayudar a aclararlo un vocablo ausente de la lista anterior: "biopolítica". El infanticidio de Medea no es un atentado ontológico (Cavarero se refiere a la idea arendtiana del "nacimiento" en una mezcolanza de lo ontológico y lo óntico), sino contra el orden biopolítico. He ahí el fundamento de la política. Esta nació del reparto de las cargas por distinción de sexos. No obstante, Arendt, para algunos precursora del enfoque, se agarra al economicismo de Marx, que detesta, con tal de dejar a un lado la sujeción de las mujeres. No le falta razón, en cierto modo, pues tal sujeción aún se quedaba en Grecia por debajo de lo político:
 
La principal división es entre una vida transcurrida puertas adentro, en la familia, y la que se vive afuera, en el mundo. Solo esta es plenamente digna del hombre, y la noción de igualdad entre hombre y mujer, que es un supuesto necesario para la división del trabajo, está ausente por entero.
Habría  que revisar la sostenida misoginia en filósofos actuales de relieve, así como la acrítica aceptación feminista de determinadas filósofas. Entre otras cosas.

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