TEXTOS: El afán de seguridad del ser humano


“Años de impostura y engaño (La diplomacia nuclear en tiempos difíciles)” Mohamed El Baradei

Conclusión. El afán de seguridad del ser humano (Pgs. 331-338)
                                              
El afán de seguridad es una cualidad universal del ser humano. Pero en el caso de las naciones, al igual que sucede con las personas, la definición de la seguridad y de las estrategias para conseguirla varían mucho, tanto si se trata de procurarse alimentos seguros, agua, salud, atención sanitaria o el derecho a una vida digna libre de necesidades, o bien otros derechos humanos (libertad de expresión, libertad de culto, y una vida libre de temores). Para las naciones la seguridad puede significar alcanzar el dominio económico, militar o ideológico, y la proyección de poder e influencia. En demasiadas regiones del mundo, tensiones pertinaces impiden alcanzar la seguridad, y para empezar a buscarla es necesario primero proceder a su resolución.
Pese a estos límites, sería un error pensar la inseguridad global como algo que no está interrelacionado. Reiteradamente, vemos estos vínculos: la pobreza a menudo va emparejada con la violación de los derechos humanos y la falta de una buena gobernación, que a su vez genera injusticia, cólera y humillación, un caldo de cultivo ideal para la violencia de múltiples clases: extremismos, conflictos civiles y las guerras. Y en regiones en las que existen conflictos de larga duración –con independencia de la naturaleza del régimen que ejerce el poder– es donde los países se ven conducidos más a menudo a reforzar o mejorar su posición a través de la obtención de armamento nuclear y de otras armas de destrucción masiva. La supervivencia es lo fundamental para cualquier régimen ya sea democrático o autoritario.
En la era de la globalización es más evidente que nunca que estas inseguridades son amenazas que no conocen fronteras. No podemos consolarnos pensando que una amenaza para la seguridad que surge en el otro lado del mundo no nos afectará, se presente en forma de ciberataque, colapso financiero, pandemia o robo de material nuclear. Esta clase de amenazas no pueden ser efectivamente controladas por ningún país ni organización por sí solos; dada su naturaleza, exigen respuestas cooperativas multidimensionales y multinacionales.
(…)
Esto significa, fundamentalmente, que la comunidad internacional necesita desarrollar un sistema alternativo de seguridad colectiva, uno que no se perciba como un juego de suma cero para un país determinado o un grupo de países, sino como un imperativo universal enraizado en la idea de seguridad y solidaridad humanas en sentido amplio. Este cambio en la manera de pensar no es solo una obligación de índole moral o ética, sino que también es una necesidad práctica: a medida que la población del planeta crece y los recursos pasan a ser limitados, la supervivencia del género humano depende de la medida en que seamos efectivamente capaces de gestionar nuestra interdependencia.
Un sistema alternativo de seguridad colectiva tiene que ser, en todos los sentidos, equitativo e integrador. Debemos desarrollar estrategias para compartir la riqueza del planeta de manera más equitativa, reconociendo que la pobreza es también un arma de destrucción masiva. Tenemos que invertir expresamente en ciencia y tecnología avanzadas con las que satisfacer las necesidades de desarrollo, en lugar de crear productos que generan más riqueza para los ricos. Las actuales inversiones en tecnología se hallan abrumadoramente orientadas a la producción de beneficios; es preciso poner mayor énfasis en el descubrimiento científico y la innovación tecnológica para combatir el hambre y la enfermedad. Solo cuando empecemos a mitigar la pobreza seremos capaces de generar, en las regiones afectadas, una dinámica que lleve a una gobernación efectiva. Una vez que las necesidades básicas de los seres humanos quedan satisfechas, el entorno es propicio para que los ciudadanos centren su atención en obtener los derechos políticos, civiles y sociales que les pertenecen.
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La razón última para no perder la fe en que la diplomacia y el diálogo se impongan como la estrategia a seguir para tratar las crisis nucleares se basa en la pura lógica: la alternativa es inaceptable. El optimismo, por supuesto, dista mucho de ser una certeza. La diplomacia nuclear es una tediosa y desgarradora ocupación. Pero el camino que debemos seguir está claro. En última instancia, formamos una única familia humana unida y, nos guste o no, en esto estamos juntos. El único afán que tiene sentido, el único afán al que vale la pena entregarse, es conseguir una seguridad colectiva.
                                                       
Mohamed El Baradei ha sido:
Premio Nobel de la Paz 2005
Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica entre 1997 y 2009
 
 
PRIMERA EDICIÓN: 2011 - EDITOR: RBA (COLECCIÓN TEMAS DE ACTUALIDAD) - TRADUCCIÓN: FERRÁN MELER ORTÍ - PÁGINAS: 367

  

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