Tigre blanco, de Aravind Adiga

Es curioso. No puedo dejar de comparar esta novela con Vida de Pi, de autor canadiense aunque también situada en la India, igualmente ganadora de un Booker y que precisamente este año se ha vuelto a poner de actualidad al haber arrasado en los Oscar. Pero no acaban aquí las coincidencias: en una y en otra aparece un zoo, el tigre es, en ambos casos, personaje central de la historia y alter ego del protagonista; la familia tiene una importancia capital pero, si viene al caso, no se duda en sacrificarla; la extrema dureza de las condiciones de vida dotan al personaje de una crueldad sin límites y su carácter despiadado será la simiente del futuro triunfador. Aunque Tigre blanco no tenga nada de alegórica –al contrario, está apegada a una realidad que se contempla a ras de suelo– puede que Adiga encontrase en la fábula moral de Martel una de sus fuentes de inspiración. Otra muy evidente es Las Mil y Una Noches: en este caso, desde la distancia y durante siete noches, el narrador se sincera con un mandatario chino cuya visita se prevé para muy pronto.

Adiga nos pone a caminar por las calles, nos coloca frente a los edificios, muestra sin paliativos las condiciones de vida de la gente y menciona algunas tradiciones y creencias. Nunca de forma inocente: la ironía y la sátira están muy presentes, tanto cuando habla de religión…

“¿Conoce la historia de Hanuman, señor? Era el fiel criado del dios Rama, y nosotros lo veneramos en nuestros templos porque ofrece un radiante ejemplo de cómo servir a tus amos con fidelidad, amor y devoción absolutos. Esa es la clase de dioses que nos han endilgado, señor Jiabao. ¿Comprende ahora lo difícil que le resulta a un hombre conseguir su libertad en la India?”

… como de política.

Tengo entendido que ustedes, los hombres de tez amarilla, pese a todos sus adelantos en alcantarillado, agua potable y medallas olímpicas, aún no tienen democracia. […] Si yo tuviera que construir un país, primero conseguiría el alcantarillado, luego la democracia y, finalmente, me dedicaría a ir por ahí repartiendo panfletos y estatuillas de Gandhi.

También pondrá de manifiesto que las elecciones están amañadas y sigue despachándose a gusto. Muestra en vivo la insensibilidad de las castas superiores y las denigrantes condiciones de vida de quienes están debajo en la escala social, pero siempre con chispa, como si el sarcasmo añadiera un encanto adicional a su discurso.

Desde el primer momento, o casi, se adivina la tragedia, porque el dolor es más intenso, si cabe, en los que han nacido con el don de comprender. Ellos son los únicos capaces de enfrentarse a su destino, pero también de practicar la corrupción e injusticia que han aprendido de los amos, de conocer cómo se puede conseguir la impunidad y, por tanto, de vengarse.

“...  no diré nada nuevo si digo que la historia del mundo es la historia de una guerra psicológica de diez mil años entre los pobres y los ricos. Cada bando intenta eternamente engañar al contrario. Y así ha sucedido desde el principio de los tiempos.”

Asistimos fascinados a esa lucha sin cuartel entre el hombre y las circunstancias. Por la contundencia de los argumentos, la eficacia de las metáforas y la simplicidad de la exposición, también porque resulta apasionante conocer los detalles de la complicada metamorfosis que convierte a un ser sin instrucción en un autodidacta razonablemente cultivado…

Iqbal, aquel gran poeta, tenía razón. En cuanto reconoces lo que hay de hermoso en este mundo, dejas de ser un esclavo. […] Bastaría con enseñar a pintar a cada niño pobre: ese sería el final de los ricos en la India.”

y a un alma sumisa en un desalmado…

Usted me dice “¿Es usted un hombre o un demonio?” Le respondo que ni lo uno ni lo otro. Yo he despertado y los demás siguen durmiendo…”

… con conciencia.

“¿Una revolución india? No, señor. Eso no ocurrirá. La gente en este país aún espera que la guerra que ha de traer su libertad venga de otra parte… Cada hombre tiene que hacer su propio Benarés. […] Pero, en lugar de eso, se sientan todos frente a su televisión en color y miran partidos de criquet y anuncios de champú.” 

 
PRIMERA EDICIÓN: 2008 (EN ESPAÑA: 2008) – EDITORIALES: MISCELANEA Y ROCA – TRADUCCIÓN: SANTIAGO DEL REY FARRÈS -  PÁGINAS: 300 (aprox.)

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