Orígenes, de Amin Maalouf
Un seductor. Eso es lo que me parece este hombre. Porque enamora con su escritura, porque borda todo lo que escribe, porque se mueve en cualquiera de los géneros que afronta como pez en el agua. Investiga, recrea, razona, bucea en lo objetivo y lo subjetivo, y en todo ello se revela como el gran maestro que es.
Maalouf
nació en Líbano, vive en París, ha cultivado la novela y el ensayo, fue premio
Goncourt 1993 y Príncipe de Asturias 2010 entre otros. Me encantaría seguir
hablando de él, pero voy a concentrarme en este arriesgado libro de memorias, no
personales sino familiares, un género poco habitual. Para escribirlo el autor
rastreó en los archivos familiares, preguntó a sus mayores, se documentó en las
fuentes oficiales que encontró, sumergiéndose así en la vida de sus ancestros, de
esa gente suya, como él suele
llamarla.
No
es sencillo emprender una tarea de ese tipo, solo en escribirlo, ya empleó
cuatro años. Por otra parte, la investigación –más aún la de vidas privadas– es
un trabajo agotador, e igualmente tediosos pueden parecer los resultados. Pero
él la emprende con mucho ánimo y presenta el producto de tal forma que, no solo
resulta ameno y entrañable, sino que, como cualquier trabajo literario de
mérito, da la impresión de fluir sin esfuerzo ninguno, con total naturalidad.
Para
ello, con el oficio que le caracteriza, se vale de toda clase de técnicas. Unas
veces nos invita a acompañarle en su trabajo de documentación, otras nos
presenta los resultados convertidos en relato, o bien, basándose en deducciones
y conjeturas, fabula como le parece para construir una mosaico lleno de facetas
y lleno de auténtico cariño por unos personajes que, precisamente por haber
existido y ser tan cercanos al autor es más difícil hacer creíbles.
El
protagonista indiscutible es Botros, su abuelo. Alrededor de él van surgiendo
otras fisonomías hasta componer un árbol genealógico, parcial y muy subjetivo,
ya que sus fines no son científicos ni exhaustivos, sino sentimentales y
literarios. Maalouf necesita saber pero, por encima de todo, desea transmitir.
Y lo que ofrece es una secuencia vibrante de sucesos ocurridos a lo largo de,
más o menos, un siglo, desde que Botros era aún un joven estudiante hasta el
fallecimiento de uno de sus hijos, Ruchdi, el padre de Amin.
Se
trata de una acción colmada de idas y venidas. El sueño de emigrar está muy presente
y el Atlántico se cruza unas cuantas veces por diversos motivos. Por eso
encontramos dos focos principales: la Montaña libanesa (así, con mayúscula) y
Cuba, tierra mítica. Alrededor de este trasiego giran las cuestiones planteadas:
generacionales, religiosas, educativas, económicas etc. Gebrayel, el hermano de
Botros, es quien estimula la aventura. Allá fue donde se enriqueció y a su
llamada acudieron unos cuantos. Entre los que se quedaron, unos lo hicieron convencidos
y otros a regañadientes.
Un
relato complejo donde no falta la ironía para desmitificar dramas y dogmas y,
de paso, burlarse un poco de lo propio, que siempre ha sido muy saludable.
Por
si nos quedara alguna duda de la autenticidad de los personajes, se incluyen
una serie de fotos al final.
PRIMERA EDICIÓN: 2004 – VARIAS EDICIONES – PÁGINAS: 576 (aprox)
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