Relatos de lo inesperado, de Roald Dhal
Roald Dhal es un viejo
maestro del humor. Cualquiera, aunque no haya leído nada suyo, sabe de su
prolífica trayectoria, durante casi seis décadas, como autor tanto de cuentos
infantiles como de relatos inquietantes que le llevaron a los estudios de cine
y televisión donde colaboró durante algún tiempo como guionista. En 1979, poco
después de su publicación, se emitió una serie televisiva con el mismo título
basada en los relatos del libro. Pero ya en 1950 se había adaptado Apuesta,
Gastrónomos en 1955 y 1967, La subida al cielo en 1957, William y Mary en 1960 y Placer de clérigo en 1965. Alfred Hitchcock, en 1958, adaptó entre otros Cordero asado -publicada primero. en 1953, en el Harper´s Magazine- a su serie televisiva Alfred Hitchcok presenta. En 1995 se llevó a la pantalla Hombre del sur.
Pero como en la pantalla solo podemos apreciar sus argumentos, merece la pena leerlo para recrearnos en la prosa y comprobar su inigualable maestría en la construcción de personajes y la recreación de ambientes. Con las palabras exactas y la sabia combinación de descripciones y diálogos, Dahl permite al lector hacerse cargo de unas situaciones muy peculiares y no precisamente en su lado más objetivo –pues posee la endiablada habilidad de permitir que veamos solo lo que le interesa– para que saque la conclusión que a él le conviene, o para mantenerlo despistado hasta el momento de dar una inesperada vuelta de tuerca y dejarle completamente atónito. El desarrollo, en ocasiones truculento, se mueve invariablemente en el terreno de la ironía, el sarcasmo y la sátira.
Pero como en la pantalla solo podemos apreciar sus argumentos, merece la pena leerlo para recrearnos en la prosa y comprobar su inigualable maestría en la construcción de personajes y la recreación de ambientes. Con las palabras exactas y la sabia combinación de descripciones y diálogos, Dahl permite al lector hacerse cargo de unas situaciones muy peculiares y no precisamente en su lado más objetivo –pues posee la endiablada habilidad de permitir que veamos solo lo que le interesa– para que saque la conclusión que a él le conviene, o para mantenerlo despistado hasta el momento de dar una inesperada vuelta de tuerca y dejarle completamente atónito. El desarrollo, en ocasiones truculento, se mueve invariablemente en el terreno de la ironía, el sarcasmo y la sátira.
Paradigma del humor
negro, este volumen realiza una hábil disección de la naturaleza humana que
transmite una desazón nada fácil de conseguir; algunas piezas son verdaderamente
escalofriantes. Dhal no se limita a introducir el bisturí en la mente de sus
personajes para descubrirnos sus debilidades, perversidad e inquietudes, además,
con su enorme perspicacia, manipula a su antojo la mente del lector escogiendo la
palabra adecuada y el punto de vista más conveniente. Y no solo presenta al
narrador idóneo, es que este se fija sin excepción en lo que Dahl desea que
veamos y nos lleva por los vericuetos que le interesan. No es fácil reunir
dieciséis relatos que rezumen genialidad pero si alguno nos parece que brilla algo
menos es solo en comparación con el magnífico conjunto. Personalmente, prefiero
los enraizados en la realidad, sin ningún elemento extraordinario, por muy
disparatada e hilarante que sea la historia. Entre un personaje que se dedica a
cortar los dedos de la gente por puro sadismo y otro que se obsesiona con la
reencarnación de un músico en el cuerpo de un gatito, me quedo con el primero:
me parece que el propio autor se siente un poco más cómodo, aunque no puedo
negar que con los otros también me he divertido lo mío.
Venganzas (premeditadas
o por carambola), la pasión por el azar, la relación dominante-dominado, las miserias
de la vida matrimonial, la persistencia de los traumas infantiles, mentes
enajenadas que pasan por cuerdas, entre otras, se exponen en un escaparate
bastante bien surtido que, no obstante, presenta una sintonía general de tono y
ambientes que dota de unidad al conjunto.
En mi opinión, los
mejores son Gastrónomos, Cordero asado,
Hombre del sur, Lady Turton y Apuestas, aunque en todos ellos se ve bucear
a Dhal como pez por las aguas sociales y tocar la tecla adecuada en el momento
correcto, no solo la de la realidad que maneja, también la que más que puede
conmocionar al que lee. Los dos últimos, Jalea
real y Edward el conquistador
juegan con el binomio realidad-fantasía. Sus tramas son igual de jugosas, pero los
desenlaces están algo menos justificados, digamos que se cierran un poco en
falso porque, quizá, un autor con los pies tan anclados en el suelo no acaba de
creerse del todo esa vertiente de ultratumba.
PRIMERA EDICIÓN: 1979 –
CLÁSICO – VARIAS EDICIONES
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