Zazie en el metro, de Raymond Queneau



¡Ay las traducciones! No sé si ustedes, los que ya pasaron por ahí habrán tenido más suerte que yo, pues el ejemplar que cayó en mis manos -y alguna otra edición que he podido hojear de pasada- quedó a cargo del ínclito Sánchez Dragó, más conocido por su empeño de escandalizar al personal que por sus hazañas literarias. (Y lo de hazaña no lo he puesto casual ni ingenuamente, que conste. A buen entendedor...)
Y no es cuestión baladí, ya que leer un texto tan divertido, rompedor, repleto de guiños y no obstante comprensible para cualquiera -siempre, claro está, que sea capaz de descifrar el argot parisino de la época- y no obstante sufrir como nadie imagina una línea tras otra no se lo deseo a nadie. Tanto es así que me ha costado un triunfo acabarlo, se quedaba por los rincones el librito y había que rescatarlo de vez en cuando si quería acabarlo de una vez. Y es que Zazie en el metro no es en absoluto fácil de traducir, así que lanzarse alegremente a ello sin reparar en las dificultades me parece una irresponsabilidad y un insulto a los sufridos lectores que no tenemos ninguna culpa. Mi impresión (totalmente subjetiva, por supuesto) es que el traductor tiraba de vocablo popular a la buena de dios, sin ninguna coherencia, y cuando la cosa se ponía fea recurría al diccionario. Así que el (mal) castellano resultante se desangra por las costuras.
Supongo que conocen al autor. Fue uno de los fundadores de OuLiPo (Ouvrier de Literature Potentielle o Taller de Literatura Experimental), antes llamado Selitex y al que pertenecieron figuras tan emblemáticas como Georges Perec o Italo Calvino. Aunque Queneau con Zazie en el metro se dio a conocer al gran público, tenía ya una larga trayectoria como novelista y esta fue, en realidad, una de las últimas novelas que escribió. Tiene también en su haber varios poemarios y obras diversas, como su conocida Ejercicios de estilo, en la que trata de explicar de forma práctica cómo la manera de abordar cualquier relato es decisiva en su resultado, siendo la anécdota más o menos secundaria. En realidad, es un canto a la creatividad, una guía para sacar partido a esta y una demostración de sus resultados.
Zazie es una niña de doce años con una tenebrosa historia a sus espaldas a pesar de su corta edad. Uno de esos personajes a través de cuya ingenua mirada, los escritores, reflejan ciertas lacras sociales sin dramatizar demasiado, mencionándolo como algo sin importancia e incluso haciendo humor de ello. Lo que le ocurrió a Zazie es un drama que no debería haber sucedido ni una sola vez en la historia de la humanidad y, sin embargo, se repite con relativa frecuencia. Esto la ha convertido en una personita algo más descarada de lo habitual, pero es -interpreto yo- su forma de defenderse de un mundo claramente hostil con las jóvenes y de su propia ignorancia de las convenciones adultas. Porque en el fondo es tan ingenua como puede esperarse de cualquier cría de esa edad, al menos en la época en que se sitúa el relato, y su curiosidad es tan insaciable como torpes son los que la rodean para satisfacerla con respuestas adecuadas a su nivel de desarrollo. El día que se describe en la novela a nuestra heroína la trasladan del extrarradio a la capital para que quede al cuidado de su tío Gabriel -transformista en un cabaret parisino pero sereno* de cara a la galería- para que su madre pueda pasar el día con un ligue reciente. Pero el ansia de libertad afecta a ambas, así que Zazie intenta zafarse de la custodia del tío aunque su escapada no dura demasiado.
Con estos mimbres, Queneau construye una disparatada y divertida trama en la que, como sucede tantas veces, lo menos importante son los hechos que se narran y lo que realmente quiere mostrarnos son unos personajes, fruto de la época en que viven y a la vez bastante peculiares, la mentalidad de entonces, la fisonomía de un París lleno de contrastes con un turisteo que prospera a ojos vistas, sus tipos populares, y los conflictos propios de una gran urbe, sin olvidar un lenguaje barriobajero que lo envuelve todo con su expresividad y dinamismo y que contribuye a desdramatizar tanto como a dar un toque irónico a las escenas, aunque quienes no dominamos la lengua francesa no podamos apreciarlo en todo su esplendor. 
Todo ello convierte a Zazie en el metro en una pieza satírica y costumbrista que cuenta mucho más de lo que parece, solo hay que prestar atención a los detalles para enterarnos de lo que se está cociendo. Finalmente, como suele suceder en este tipo de historias, nada ocurre como estaba previsto pero el fruto cae del árbol por su propio peso, es decir, Zazie abre los ojos, madura de alguna manera, quizá no demasiado todavía, pero suficiente para haberlo hecho en solo unas pocas horas de su vida.

* Sereno: Funcionario municipal que, en el siglo XX, se encargaba de rondar de noche por las calles para velar por la seguridad del vecindario.


TÍTULO ORIGINAL: ZAZIE DANS LE METRO - PUBLICADA EN 1959 - CLÁSICO, VARIAS EDICIONES - TRADUCCIÓN: FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ  - NÚMERO DE PÁGINAS (aprox.): 220

Comentarios

  1. Parece que es una traducción compleja, pero que vale la pena.

    Gracias por compartir. Un abrazo

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  2. Pues... Yo es que tenía el libro en casa desde hace mucho y me pilló desprevenida, pero si tuviera que buscarlo ahora miraría en Internet a ver si alguna editorial ha confiado en otro traductor y lo buscaría en bibliotecas cercanas. Creo que un traductor (argentino, supongo) buscó la coherencia usando el lunfardo. Seguramente es mejor que esto, pues después de las primeras páginas te acostumbras. Paco Umbral, seguramente habría hecho una traducción a mi medida pero ya no podemos pedírselo 😪

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