Río revuelto, de Joan Didion



Recordé que había visto un documental sobre la autora -titulado El centro cederá- cuando leí el entusiasta comentario de una bloguera que, por lo visto, conoce bastante bien su legado. No es mi caso, así que decidí subsanar esta laguna leyendo alguna de sus novelas y juzgar por mí misma si realmente merece tanto la pena como aseguraba la susodicha. Bien, a mi no me ha impresionado ni la mitad, sobre todo si la comparo con cronistas familiares tan agudas como Elizabeth Jane Howard (1923-2014) o Mary Cholmondeley (1859-1925), que nunca dejan de fascinarme. Didion pertenece a la generación de la primera, aunque es algo más joven, y su estilo es más descriptivo y elusivo que cualquiera de las otras dos. También repetitivo a veces, sobre todo al principio de esta novela que, justo es reconocerlo, es la primera que escribió. Pero no puedo ser objetiva, aún tengo que leer sus títulos más importantes, esos que la hicieron llegar a ser quién es en el panorama literario estadounidense. Su propio sobrino, y director del documental, reconoce que no es de las mejores que escribió, aunque añade que siente por ella un cariño especial. Y ella misma, en su madurez, destacó los errores que fue descubriendo con el tiempo, también señala algo con lo que coincido totalmente: que en la segunda parte mejora muchísimo.

No obstante, tampoco quiero desmerecer un texto que considero correcto y que narra la deprimente historia de una pareja, con un estilo muy personal aunque influida, como es lógico, por sus ilustres predecesores. Siguiendo la trayectoria de Lily y Everett durante, más o menos, veinte años de sus vidas, Didion consigue reflejar ese carácter algo soñoliento y plagado de decisiones arbitrarias de una California anclada en un tiempo -las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado- que ya no existe y que tan bien reflejaron esos novelistas que todos tenemos en mente, de unos terratenientes que han recibido de sus antepasados todo cuanto poseen sin mayor esfuerzo por su parte y cuya vida gira alrededor del rio Sacramento y de las ganancias que reporta el cultivo del lúpulo, de una mentalidad conservadora y condicionada por una economía bien saneada y unos horizontes limitados al terruño y a los pequeños incidentes del día a día.

El río es, en cierto modo, un personaje más. No solo da vida, también amenaza con quitarla y en ocasiones lo hace. Es el testigo silencioso del amor y el odio de los personajes que se desenvuelven en sus alrededores. Los dos grandes dramas que ocurren en su presencia se van cocinando a fuego lento. El último cronológicamente hablando pero presentado al inicio de la novela lo vamos entendiendo a medida que conocemos a los personajes, sus silencios, frustraciones y forma de resolverlas, nunca enfrentando los problemas, siempre poniendo parches, por ejemplo en forma de pequeñas infidelidades que parecen mitigar la decepción que supone para la protagonista una vida entera sin retos ni objetivos. Sabemos que Lily es un espíritu sensible, también egoísta, pero no más que el resto del reparto.

"... pero Lily no contestó porque se había mordido el puño para no gritar y se había escurrido junto al fregadero de la cocina sobre el suelo de linóleo. Temblando, pero sin moverse para nada, se quedó allí hasta que Edith Knight la ayudó a ponerse de pie, le desató el delantal que llevaba puesto encima del camisón y la llevó al piso de arriba con Everett, que estaba afeitándose. Más tarde, el médico le dio a Everett las suficientes pastillas como para mantenerla dopada durante dos días y Edith Knight dijo que nunca en su vida había visto a nadie reaccionar de la forma en que aquella criatura había reaccionado ante una muerte familiar..."

La otra desgracia quizá no la esperábamos, pero si volvemos la vista atrás todo hacía presagiar el fatal desenlace de Martha, un personaje secundario descrito con mano firme. Su oponente es Ryder Channing, un vividor tan atractivo, según parece, como inútil -aunque él parece ignorarlo- y cuya figura no solo no se ha extinguido sino que permanece en el presente con una frecuencia lamentable.

El resto de personajes está bastante desdibujado, sirven para completar el cuadro familiar y/o social y poco más. Su comportamiento es aparentemente menos errático que el de los principales, pero eso es porque no los conocemos a fondo.

"Ella, su madre, Everett, Martha, la galería familiar entera: llevaban la misma sangre, heredada de una docena de generaciones de clérigos ambulantes, sheriffs de condado, guerreros indios, abogados rurales, lectores de la Biblia, un senador desconocido procedente de un estado de la frontera de mucho tiempo atrás; doscientos años de talar bosques en Virginia, Kentucky y Tennessee y luego la fuga, el vacío al que habían entregado sus baúles de palisandro y sus cepillos de plata; el corte con el pasado que tenía que haberlos redimido a todos."


 TÍTULO ORIGINAL: RUN RIVER - PUBLICADA EN 1963 - EN ESPAÑA: 2018 - EDITORIAL ESPAÑOLA: GATOPARDO EDICIONES - TRADUCCIÓN: JAVIEER CALVO  - NÚMERO DE PÁGINAS: 250

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