La vida: instrucciones de uso, de Georges Perec




Muchos nunca habrán oído hablar de OuLiPo, el fascinante experimento puesto en marcha a mediados del siglo pasado por un grupo de intelectuales franceses. El acrónimo significa Ouvroir de littérature potentielle (Taller de posibilidades literarias), movimiento estético cuya particularidad consistió en que sus miembros imponían ciertas restricciones (contraintes) a su escritura. El reto de cada cual consigo mismo –algo así como el más difícil todavía–, le comprometía a no utilizar determinado fonema o grupo de fonemas, o bien algún elemento morfológico considerado por lo general como indispensable. Lo que proponían era una escritura racional y sujeta a criterios matemáticos.

Pertenecieron a él, entre otros, Raymond Queneau –que fue uno de sus fundadores–, Italo Calvino, Marcel Duchamp y el propio Georges Pèrec que, como digo, se interesó por la experimentación formal, no para lograr más libertad de movimientos como hicieran las vanguardias de principios de siglo, al contrario, ateniéndose a principios y esquemas concretos y, en ocasiones, muy rígidos. Por ejemplo, si en La disparitión (1969) –traducida como El secuestro en castellano – no utiliza la e ni una sola vez, por ser la vocal más frecuente en francés (aquí, por idéntico motivo, se haría lo mismo con la a), en Les revenentes (1972) utiliza la estratagema opuesta. Todo ello demuestra una inventiva y dominio del idioma que le sitúa como el escritor genial que llegó a ser.

 Todo el grupo, y en particular este autor, realizaron una revolución formal que influyó en sus sucesores y dejó en los anales literarios una huella indeleble. El texto que nos ocupa no puede calificarse de novela sino en un sentido muy amplio. La débil línea que unifica el conjunto –la construcción y deconstrucción de puzles a cargo de uno de los personajes– carece de entidad suficiente para  que nadie la considere argumental.  

Pero sí constituye el leitmotiv de la obra. El puzle como supremo motivo arquitectónico, como actividad que da sentido a una vida, como metáfora de la vida en general o del conjunto de vidas superpuestas que cohabitan en un barrio, ciudad o casa de vecinos, como tema del pequeño tratado teórico que sirve de preámbulo al libro, incluso como procedimiento estructural de la obra que estamos comentando.

Lo que se nos presenta es una continua sucesión de historias –comunes, cotidianas, la mayor parte de las veces–  que unas veces se estancan y otras continúan avanzando. Actitudes más o menos curiosas, pequeños sucesos, personalidades, rencillas, atolladeros y componendas, tan numerosos y diversos como cualquiera imaginaría que ocurre en ese hormiguero humano que se puede contemplar desde una torre.

La acumulación de elementos no se presenta únicamente en la trama. Pérec introduce, asimismo, el plano del supuesto inmueble en el que, junto a la denominación de cada vivienda, se incluyen los nombres de los sucesivos propietarios, además de un índice de nombres propios, un anexo de referencias cronológicas de lo narrado y un índice de las historias contadas en este libro, otro más que sigue las pautas habituales y, por si fuera poco, un post scriptum. El autor tardó nueve años en poner punto final a su trabajo. Las tareas previa y paralela de documentación y organización hubo de ser ingente. Supongo que disfrutaría lo suyo pero tuvo que acabar agotado.

Igualmente, este original edificio literario abrumará a unos y encandilará a otros. Lo ideal sería consumirlo en pequeñas dosis y, aún así, puede que al final resulte algo reiterativo, nos produzca una sensación de déjà vu y hasta llegue a fatigarnos. Personalmente, como está repleto de ironía, sabiduría narrativa y conocimiento del mundo, durante la mayor parte del tiempo, me he divertido de verdad.

 
TÍTULO ORIGINAL: LA VIE MODE D’EMPLOI - PRIMERA EDICIÓN: 1978 – CLÁSICO – VARIAS EDICIONES

Comentarios

  1. ¡Muy buena nota! Seguramente en estos meses intentaré leer esta obra que parece fascinante. Saludos!

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  2. Pues sí. Supongo que tendrás la carpeta de pendientes tan repleta como yo. Cuesta hacer hueco a uno más, pero poco a poco van cayendo.

    Saludos

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