Abril quebrado, de Ismaíl Kadaré
Intentemos trasladarnos a una de esas antiguas sociedades
jerárquicas, en las que religión y política van estrechamente unidas y cuyas conductas
están rigurosamente marcadas por la ley y la costumbre, de forma que no caben
dilemas morales por parte de ningún individuo. Las conocemos por la historia, pero
también por las noticias de la prensa ya que alguna comunidad de ese tipo sigue
fosilizada hasta hoy.
En Albania, el kanun
se instauró en el siglo XV y, excepto en periodos muy concretos, se mantiene
vigente aún, al margen de la legislación oficial, en las localidades campesinas
más tradicionales del país. Se trata de un conjunto de leyes, que marcan la
forma de actuar de sus habitantes en cualquier aspecto de la vida, por ejemplo la ley de la sangre, que obliga a los
varones de una familia a reparar con la muerte cualquier hecho que consideren
un atentado a su honor.
Abril quebrado nos traslada a principios del siglo XX, donde encontramos
otras costumbres que creíamos extinguidas y que se producen cada vez que muere
alguien. Las plañideras, por ejemplo. Pero también algunas que, por
desconocidas, nos alarman doblemente. Como la besa o venganza de sangre, o el indulto temporal, que obliga al
sentenciado a enclaustrarse durante un tiempo. En estos casos, el mes en que ha
tenido lugar el hecho sangriento –abril en este caso– se divide trágicamente en
dos: el trozo en que aún no había ocurrido nada y el individuo aún podía hacer
su vida normal, y aquel otro en que todo está perdido, en que el pánico se
adueña de la persona y no existe nada más allá de él.
Una pareja de recién casados decide pasar su luna de miel
en una de estas aldeas para que el marido pueda conocer de primera mano esa
costumbre ancestral. Ellos acuden cómodamente en coche, provienen de otro
mundo. Pero el paisaje entero vive y se mueve al compás de los sentimientos de
estupor y miedo de Gjorg, el muchacho a quien el kanun impone sus mandatos. Estos “reptaban sobre la tierra, se introducían en los cimientos”. No hay
mejor forma de expresar cómo alguien se siente perseguido por esta ley
terrible, hasta que punto percibe que ha penetrado en su vida y está a punto de
deshacerla. Pero también le otorga protagonismo entre su gente, sentido a la
existencia y una especie de halo poético, porque el que ha nacido en ese
ambiente no concibe el mundo de otra forma.
La pareja de visitantes hace resaltar el momento que vive
la aldea, su bienestar desprejuiciado le sirve de contrapunto. Pero ¿ha sido un
acierto que la civilización se acerque al primitivismo? ¿Pueden ambas coexistir,
aunque sea un momento, sin llegar a contaminarse mutuamente? Ya antes de llegar
a destino, según el coche se va aproximando, parece presentirse la catástrofe.
“Su desnudez húmeda [del páramo] parecía dispuesta a devorar en un instante, no sólo su reserva de felicidad sino incluso la totalidad de las felicidades acumuladas por todas las generaciones humanas”
Encontramos otras muchas imágenes impactantes y simbólicas:
en la choza donde se va a alojar el matrimonio. Tanto las paredes como la manta
tienen el color de la sangre y a ella se alude varias veces asociándola a esos
objetos. Esta sustancia parece invadirlo todo: es la responsable de que exista
una kulla (choza) de
enclaustramiento, donde se refugian los que no pueden labrar sus tierras porque
tienen una venganza pendiente, quedando estas inertes y conduciendo a sus
familias a una situación más que precaria. La sangre tiene, además, un
intendente que se encarga de cobrar las tasas estipuladas, produce, por tanto, sustanciosos
beneficios que están disminuyendo de forma alarmante; el funcionario debe
fomentarla, debe procurar que se multipliquen las muertes de nuevo si quiere
mantener su prestigio anterior. Existe una kulla
encargada exclusivamente de salvaguardar la tradición por encima de las
instituciones oficiales de Albania, de mantener relaciones con estados vecinos
apegados a ella y de mantenerse en pie a través de los siglos. Paralelamente, la
función de los médicos de la aldea no es, precisamente, curar a unos campesinos
apegados a sus remedios tradicionales, sino estipular las cantidades que se han
de pagar por las heridas. Sin olvidar la influencia de
todo esto en la cultura y el arte; se habla de los rapsodas del lugar, que componen
e interpretan canciones inspiradas en la ley
de la sangre.
La realidad reflejada resulta escalofriante, pero encuentro
detalles que están muy por debajo del resto. Por ejemplo, la fascinación de
Diana por Gjorg me parece totalmente inverosímil, también el momento en que la
mujer entra por sorpresa en territorio prohibido; además en esa escena se
escatima información imprescindible. E, inmediatamente después, se precipita un
desenlace algo insípido.
Comentarios
Publicar un comentario
Explícate: