El ángel negro de Antonio Tabucchi
Hoy día, el lector se encuentra envuelto en el juego de
unas novedades cuyo carácter efímero no parece arredrarle. ¿Quién se acuerda de
todo el alboroto provocado por títulos que levantaban de sus asientos a
millares de personas hace solo uno o dos años? La auténtica literatura es
humilde, silenciosa y, sin embargo, perenne. ¿Qué puedo decir de El ángel negro?
No mucho. Los argumentos no le harían justicia; hasta los
calificativos resultan ambiguos, pero vamos allá:
Poético, profundamente sabio, pausado y melancólico,
introspectivo, fantástico e incluso surrealista, rompedor a la muy personal
manera de Tabucchi, de prosa certera y equilibrada, misterioso, narrado con
destreza y, por encima de todo, muy corto. Al menos para mí.
Poético porque es atemporal, nos retrata a todos, su
lenguaje es cadencioso, su ámbito: la tierra que, al margen de
coordenadas geográficas, habitamos interiormente y nos habita.
Sabio porque nos reconocemos en el personaje, alter ego
del autor y de cada uno de nosotros y eso significa que el autor nos conoce, que
ha sabido captarnos.
Pausado porque de lo que convencionalmente se conoce por
acción no encontraremos gran cosa. Casi todos están narrados en una primera
persona que se limita a observar, sencillamente. Esta forma de narrar es causa y consecuencia
del aura de melancolía que lo envuelve.
Introspectivo porque cualquier situación externa no es
más que un pretexto, el espejo donde el narrador se refleja, y su imagen la
proyecta en el lector.
Fantástico, en ocasiones hasta zambullirse en un
surrealismo tan eficaz como genial. Aquí cualquier explicación mía resultaría más
inútil aún si cabe. Vean, pues, un botón de muestra:
“La mano penetró en el bolso. Era una mano gruesa, con el dorso ligeramente hinchado y los dedos cortos y robustos.
»Y fue en ese momento cuando apareció el mero. Era un mero carnoso, aceitoso, brillante, que se deslizaba desde profundidades oscuras como la oscuridad del automóvil que amenazaba las víctimas de aquella noche: por la ventanilla, junto a una mano hinchada de dedos burdos, se asomó el hocico de un mero que boqueaba. Que incongruencia, una mano y un hocico de mero por la ventanilla de un automóvil negro en la Rua Dom Pedro Quinto en una noche de noviembre de mil novecientos sesenta y nueve.”
Se me olvidaba, como pueden observar, a veces también resulta irónico.
Rompedor porque utiliza la tradición para hacerla añicos
y reconstruirla luego como le da la gana.
El estilo de un autor puede ser alambicado o sencillo. En
este caso es lo segundo, pero eso no influye en su calidad. Lo que importa es
la corrección, la gracia, la desenvoltura, la aparente fluidez, la precisión de
cada término, la exactitud de la sintaxis, esa sensación que transmite de que
se ha escrito de un tirón (y que casi se ha escrito solo, sin mano ni cerebro
interpuesto) aunque cada frase, o alguna al menos, le haya llevado su tiempo.
El misterio consiste en guardarse el as bajo la manga, en
que cada pieza admita lecturas múltiples, en que la libertad de interpretación
dote cada relato de un aire lúdico, gratuito, como si lo de menos fuese lo que
se nos está contando. Y, en cierto modo. así es.
La destreza surge sola cuando un autor ha leído mucho y
bien escogido, lo ha digerido a fondo y, naturalmente, posee el talento
suficiente para aprovechar esas lecturas. ¿Cómo explicar lo que transmite el
texto para que lleguemos a esta conclusión? De ninguna manera, no hay
explicación posible.
Muy corto. Esto es cuantificable y por tanto fácil de
entender. Pero no se trata solo del número de páginas, ni siquiera del de
relatos –que no son más que seis–: nada merece ese adjetivo si no nos hemos
quedado pensativos al volver la última página, con ganas de más y la extraña
sensación de que todavía habitamos el universo contenido allá dentro y de que,
probablemente, seguiremos mucho tiempo en él.
L´ÀNGELO NERO – PRIMERA EDICIÓN: 1991 –
(EN ESPAÑA: 1993) EDITORIAL ANAGRAMA – TRADUCCIÓN: CARLOS GUMPERT Y JAVIER
GONZÁLEZ ROVIRA - PÁGINAS: 176 (aprox.)
Qué claridad, qué concisión, la tuya. Qué acertado el análisis, que nos invita a desear la lectura inmediata del libro que comentas. Y otras veces a descartarlo, pero también por las mismas virtudes.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ángela, no es para tanto. Cuando quieras te presto el libro y ya me dirás qué te parece.
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